Muchos escritores alcohólicos fomentaron la idea de que en un estado de ebriedad se podían escribir maravillosas obras, ya que se adquiría una mayor libertad y se llegaba mejor a la idea que se tenía. Pero esto no siempre es cierto; porque la forma en la que el alcohol actúa en nuestro cerebro difiere en cada persona. Por ejemplo, a Samuel Dashiell Hammett beber no sólo no le ayudaba sino que le hundía y a causa de esta adicción estuvo más de treinta años sin conseguir escribir nada. En su caso, por tanto, fue el alcoholismo quien lo condujo al “bloqueo del escritor” y quien colaboró con su ruina total.
Hoy, el protagonista de nuestro ciclo sobre literatura y alcohol es Dashiell Hammett cuya relación con el alcohol fue muy diferente a la que mantuvieron Hemingway, Bishop, Jackson, Sexton y la mayoría de los autores que han pasado ya por este ciclo.
Dashiell y la novela negra
Es difícil pensar en la novela negra y olvidarse de Dashiell. A él le debemos numerosos relatos policíacos de corte realista que dieron empuje a uno de los géneros más populares de hoy en día. Su principal aporte al género fue el trabajar historias enmarcadas en un contexto social convulso, a través de los cuales se pone en marcha un estilo de novela cuyo protagonista es un detective privado que debe llevar a cabo la investigación de un caso peliagudo. Estas novelas muestran realidades turbias y siempre reflexionan en torno a las actitudes humanas y las consecuencias de nuestros actos.
Pero antes de su fama como escritor, Samuel debió enfrentar situaciones difíciles, algunas de las cuales lo llevaron a decantarse por la bebida para huir del dolor. Tuvo una infancia más o menos infeliz, en la que se vio obligado a dejar sus estudios para colaborar con la economía familiar —sus padres eran una pareja de granjeros humildes del sur de Maryland de ascendencia francesa— y de la que recuerda momentos de alegría pero también de incomprensión. Durante su juventud el hecho más crucial que debió enfrentar fue su participación como voluntario en un cuerpo de ayuda a los heridos en la Primera Guerra Mundial.
Cuando Samuel regresó de la guerra, en 1918, ya no era la misma persona; no sólo porque su forma de mirar el mundo había cambiado profundamente, sino porque además había contraído la tuberculosis, enfermedad que lo acompañó hasta el final de sus días provocándole crisis dolorosas que le devastaban física y emocionalmente.
Cuando décadas más tarde se declaró la Segunda Guerra Mundial, y pese a que la tuberculosis había avanzado mucho, Samuel puso todo su empeño para ser admitido en las Fuerzas Armadas, hasta que finalmente lo consiguió. Colaboró así como Sargento en una unidad, en la que se encargó de llevar un periódico en el que se narraban al detalle los movimientos de la guerra. Esta segunda participación en un conflicto armado también modificó su forma de pensar y lo convenció para dedicarse al activismo político, lucha que no abandonó hasta el final de sus días.
A Samuel Dashiell se le adjudican algunos de los personajes más interesantes de la novela negra: Sam Spade, Nick y Nora Charles y el agente de la Continental. Personajes que hicieron de sus libros obras maestras que incluso serían llevadas al cine; de hecho, él mismo fue contratado en varias ocasiones para escribir guiones para Hollywood. Pese a ello, y a que es uno de los autores de novela negra más interesantes, su vida como escritor terminó pronto, y la responsable de que esto sucediera fue su adicción a la bebida.
Adicción y escritura
Pero la tuberculosis no fue la causa principal de que Samuel se volviera alcohólico; el hecho que realmente le entristeció fue el haber estado en la guerra. Incapaz de borrar de su mente ciertas imágenes aseguraba que la única forma de sobrevivir a tanta muerte y dolor era a través de la inconsciencia que le propiciaba la bebida. Sin embargo, esto tuvo serias consecuencia para él, no sólo porque aseveró los efectos de la tuberculosis sino porque, a causa de sus constantes borracheras, fue perdiendo el sentido y la necesidad de escribir. Tal es así que durante sus últimos treinta años de vida no escribió ni una sola línea.
Samuel Dashiell pasó sus últimos años recluido. La falta de inspiración para escribir y las carencias económicas le convirtieron en un hombre huraño y silencioso. Dicen que pese a que llevaba treinta años sin escribir, Hammett siempre mantuvo una hoja en blanco en su máquina de escribir; quizá, porque no dejaba de creer en que otra vida era posible y, al igual que alguno de sus personajes, ansiaba una segunda oportunidad.
A Dashiell lo recordamos por haberle otorgado a la novela policíaca un nuevo rumbo; testigo que tomarían autores posteriores hasta hacer del género negro uno de los más variados y exquisitos de la literatura contemporánea. A Samuel lo recordamos por sus valientes personajes, ¿quién diría que detrás de ellos había un hombre apesadumbrado y dominado profundamente por la adicción? Quizá, en el fondo, todos escribimos de lo que desearíamos ser pero creemos imposible.
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