Shirley Jackson: Infancia y alcohol

Shirley Jackson: Infancia y alcoholJack Kerouac, Elizabeth Bishop, Ernest Hemingway, Jane Bowles, Oscar Wilde y hoy, Shirley Jackson. ¿Qué tienen todos ellos en común? Su pasión por la bebida combinada por un empeño literario aplastante. Odiados y amados, fueron capaces de construir un lenguaje propio que escapase de las normas del momento.

Seguimos con nuestro ciclo dedicado al binomio literatura-alcohol, con la biografía de la enorme Jackson.

Shirley Jackson y su obsesión literaria

El 14 de diciembre de 1916 nació Shirley Jackson en San Francisco. Sin saberlo, aquellos padres de clase media estaban trayendo a este mundo a una de las novelistas estadounidenses más importantes de su generación, cuyos relatos de terror son capaces de erizarte la piel. Una autora a la que el propio Stephen King, otra referencia del género, le dedicó su obra «Ojos de fuego» con la siguiente mención: «A la memoria de Shirley Jackson que nunca necesitó alzar la voz». También Matheson, Neil y Kneale son escritores que afirmaron la gran devoción y admiración que profesaban a Jackson. ¿Y quién no?

Shirley se caracterizó por ser siempre una joven dispuesta a dar voz a aquello con lo que no estaba de acuerdo. Ya estando en la universidad de Syracuse formaba parte de una revista estudiantil que luchaba por los derechos de los estudiantes y buscaba una salida a los problemas propios del mundo académico. En esa revista conoció a su esposo, Stanley Edgar Hyman, antes de que se convirtiera en el famosísimo crítico literario, quien pasaría a ser su compañero en la vida y también en la escritura.

«Siempre hemos vivido en un castillo», «Hangsaman», «La maldición de Hill House» y «Los pájaros de Nest» son algunas de las novelas más importantes de Jackson. En todas ellas podemos encontrarnos con una escritora astuta y apasionada por el lenguaje cuya narrativa se caracterizó por una importante influencia del universo gótico pero también por la intensa búsqueda de un lenguaje claro y sereno. La precisión de sus palabras y la riqueza de sus descripciones la convirtieron en una autora ineludible, referencia para muchísimos escritores no sólo del mundo anglosajón.

Volviendo a King, su fascinación por la obra de Shirley lo llevó a afirmar que «La maldición de Hill House» era una de las novelas imprescindibles del género de terror del siglo XX. Al leerla, no podemos estar más de acuerdo.

Shirley Jackson: Infancia y alcohol

La bebida como refugio

Pero algo nunca fue bien en Shirley, quizá algo que la llevaba constantemente a la infancia; de ahí esa enorme necesidad de escribir cuentos para niños como «Los 9 susurros mágicos» o «Los chicos malos». Tal vez también en busca de esa infancia se escapaba no sólo al escribir sino también al decantarse por la bebida, en un intento de volver a sentir ciertas emociones tan lejanas.

La bebida llegó a la vida de Jackson de la mano de la enfermedad (sufría de una neurosis aguda y de psicosomatismo) y esa obsesiva pasión por la escritura. Es difícil olvidar a esta autora después de haberla leído, conjuga con exasperante genio los buenos argumentos con una consciencia del mundo que asombra.

En varios de sus relatos, Shirley dibujó criaturas alcohólicas que, mientras van en busca de hielo para servirse otra copa tienen la esperanza de recuperar la sobriedad. Y sin duda esta es la más clara imagen para comprender el infierno interior que vivía la autora y empatizar con su gran confusión que deviene a dolor y horror en algunos de sus relatos.

Sea como sea, si acaso llegó a sentirse feliz en esa estrecha relación que mantuvo con el alcohol, lo que sabemos de Shirley es que murió muy joven, a los 48 años. Había pasado gran parte de su vida con miedos neuróticos y una fuerte tendencia a las enfermedades psicosomáticas: problemas para los que recibía tratamiento, que combinaba con altas dosis de alcohol.

Leer a Shirley es una fantástica forma de rendir culto a la buena literatura de terror y, a la vez, comprender desde otra perspectiva la obsesión que muchísimos escritores sintieron y sienten en torno a la bebida, como una forma de huir del malestar y conseguir una escritura productiva y satisfactoria.

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