«Siempre hay un componente de sorpresa e improvisación». Antonio Soler presenta en Málaga «Yo que fui un perro» (Galaxia Gutenberg)

Presentación en Málaga de «Yo que fui un perro», la nueva novela de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg), junto a los escritores Felipe Navarro y Rodrigo Blanco Calderón.


 
 
El lunes se presentó en el Centro Cultural La Malagueta la novela Yo que fui un perro del escritor Antonio Soler que ha sido publicada por Galaxia Gutenberg. En un acto interesantísimo, donde no faltaron preguntas en torno a la fiebre de la escritura, que fue dirigido por los narradores Rodrigo Blanco Calderón y Felipe Navarro, pudimos conocer más a fondo el proceso de escritura de la nueva novela del escritor malagueño.
 
 

Un personaje detestable

Yo que fui un perro, la nueva novela de Soler, parte de una idea muy sencilla. Nos presenta la historia de Carlos, un joven estudiante de medicina que está de novio con una chica llamada Yolanda y que siente unos profundos celos e intenta convertirla en su posesión. A simple vista quizá no sea un tema que dé mucho de sí, pero Soler consigue atravesar las posibilidades de la realidad para afrontar una escritura honesta y brutal desde el mismo personaje. Nos ofrece una exploración que nos llevará al fondo de su rabia y también que nos hará sentir cierta repulsión por la manifestación directa de determinadas ideas y por su machismo exacerbado. Un hombre que, como explicará Soler, ha quedado atrapado en otra época. El mundo ha cambiado y él todavía no se ha dado cuenta.

Yo que fui un perro es una novela asombrosa que viene a confirmar la genialidad del escritor malagueño y nos invita a explorar lo más sórdido de la mente humana, para estar siempre atentos y dispuestos a conocer mejor nuestras propias pulsiones y reconocer el comportamiento ajeno antes de que sea demasiado tarde. Una novela que seguramente no dejará a nadie indiferente y un personaje que se quedará grabado en nuestra memoria, como han expresado Rodrigo Blanco Calderón y Felipe Navarro al referirse a sus propias experiencias de lectura. Como el resto de la obra de este autor nos invita a ahondar en lo profundo del comportamiento humano. «17 libros y una voluntad de riesgo en la escritura» es la seña de identidad de la obra de Soler según Felipe Navarro, que encuentra en el personaje la confirmación de que «nadie puede huir de la literatura». Ese joven, en su «intento de explicarse y explicar el mundo» termina siempre hablando de literatura. Señala también Navarro que es un libro que conversa de forma fluida con el resto de la literatura de Antonio Soler.

El protagonista de Yo que fui un perro es «un misterio que no podemos descifrar» y que tiene mucho que ver con la «perplejidad». Dice Rodrigo Blanco Calderón que es «el personaje más detestable, humano y fascinante que he leído», y señala que lo que ha hecho Soler en esta novela es algo que sólo «un escritor con muchos kilómetros a cuestas» podrían haber logrado. La maldad de Carlos aterra por lo cotidiana que es, continúa: «no es la encarnación del mal sino un mal profundamente humano» y el gran acierto es la elección de un tono tan íntimo como el que permiten las cartas. Un tono que, al mismo tiempo, resulta muy arriesgado porque una vez que te metes con él tienes muy poca posibilidad de maniobra si el resultado no es el que esperabas.

Para Antonio Soler en esa decisión y su buena ejecución residía el reto mayor de la escritura. Esto se debe a que «en el caso de un diario el punto de vista es único» porque la voz la tiene el diarista «y los distintos personajes están vistos a través de su mirada». En esta novela quien tiene la voz es «un aprendiz de manipulador que se mueve en unos términos muy peligrosos, el de la inseguridad y el de la frustración». Estos dos elementos van minando la personalidad del narrador, y ese proceso es el que va registrándose en esas páginas.

Una escritura fluida

Pese a que puede parecer un libro difícil de afrontar por la naturaleza del personaje, cuenta Soler que «la escritura ha sido de una forma muy fluida». En primer lugar por el origen de la historia. Hace como treinta años encontró en un libro las páginas del diario de una persona desconocida en la que se manifestaban esas actitudes que puso en su personaje. Aunque el tono no era nada literario y tuvo que cambiarlo para darle algún tipo de interés al personaje y enriquecer la lectura, el perfil estaba ahí, y quiso respetarlo incorporándolo a su ficción. Partiendo de ese personaje «fui suavemente creando círculos concéntricos» para retratar a su familia, a sus amigos y el mundo en el que se movería. Convivir durante un año con este personaje no ha sido difícil sobre todo, dice, en comparación con lo que supuso la escritura de Sacramento («fue muy tortuoso y complejo convivir con ese personaje»). Es posible que esto tenga que ver con que más de cuarenta años dedicados a la escritura han ido transformando su relación con el oficio. En sus primeras novelas se relacionaba con los personajes «de un modo obsesivo», pensaba todo el tiempo en ellos, pero ahora su convivencia es mucho menos intensa.

A pesar de que el personaje y la realidad que nos presenta la novela parecen muy realistas y podría hacernos pensar en un escritor que se ha puesto a indagar en los estudios relacionados con la violencia de género, la forma de trabajar de Soler es distinta. «Creo que un novelista debe tener la suficiente empatía como para indagar en otras cabezas», dice. Existen disciplinas que se ocupan de pensar y elaborar discursos en torno al maltrato (la psicología, la sociología, la política) «a mí me interesaba abordar el personaje desde un punto de vista literario».

El oficio de Soler es innegable. Una pila de años entregados a la escritura, ofreciéndonos novelas que no se parecen entre sí aunque, evidentemente, comparten ciertos vínculos subterfugios y habitan en un mismo universo. La pasión con la que habla sobre la escritura y la literatura es contagiosa. «Yo no creo en las musas ni en la inspiración esotérica, pero sí es cierto que escribir significa estar en contacto con el subconsciente» y por esa simple razón «el control de todo es difícil de llevar a cabo». Escribir es acercarse a lo desconocido, parece estar diciéndonos con entusiasmo. «Siempre hay un componente de sorpresa e improvisación. Hay momentos de vértigo creativo. Y eso no se puede calcular. Y eso sigue ocurriéndome».



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