Sobre el Día de las Librerías y la lectura en tiempos de ruido

Hoy celebramos en España por un año más el Día de las Librerías y yo he pensado que ya que el año pasado escribí sobre buenas razones para leer y comprar libros, esta vez voy a centrarme en el placer de no leer. ¿Por qué hay tanta gente (y cada vez más) que huye de los libros? Si leer salva, y no de forma metafórica, ¿por qué no es un hábito común a todos? Aquí escribo sobre el ruido, sus efectos y la falta de estímulos para apasionarse por la lectura.

Día de las Librerías

El Día de las Librerías ha sido propuesto por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Confederación española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal) con el objetivo de dedicarlo especialmente al diálogo y a la difusión de actividades relacionadas con el mundo del libro. Una iniciativa necesaria en tiempos en los que muchas librerías cierran sus puertas a causa de la crisis económica.

Este año el lema es “Deja que te cuenten”, frase que puede servir para entender las librerías como espacios para generar un intercambio cultural y a los libreros como piezas indispensables en ese fluir dinámico de la vida social. Pero podríamos ir más lejos —a mí siempre me gusta ir más allá—, y utilizarlo para reivindicar la importancia de escuchar.

Vivimos en una era donde el ruido nos tapona los sentidos y nos vuelve insensibles al verdadero deseo, convirtiéndonos en criaturas histéricas en busca de algo que no terminan de entender qué es. La lectura es, en ese sentido, la mejor herramienta para pulir este aspecto de nuestra vida y abrazar la reflexión para sentir la vida en toda su dimensión.

La lectura nos exige silencio y concentración, dos cosas que esta vida loca nos arrebata. Silencio es, dice Patricia Almarcegui, el momento previo al baile, el momento en el que concentramos todas nuestras células en abrir los sentidos para percibir más allá de lo que la realidad nos ofrece. La concentración nos permite conectar con la imaginación, sin la cual no sabríamos lo que significa el goce.

Por qué no leemos

¿Por qué alguien no querría leer? Es una pregunta que suelo hacerme. Es difícil empatizar con aquellos que no sienten-viven como nosotros. Pero podemos hacer el esfuerzo. Debemos, también. Entender las razones por las cuáles la lectura no tiene éxito es un buen punto de partida para resolver lo que nos ocurre. El problema es que no sabemos leer. No nos enseñan a leer. El problema es que cuando acudes a una lectura poética, por ejemplo, los autores están más preocupados en oír sus propias voces y causar sensaciones en los oyentes que en ponerse en la piel de los personajes, leer desde ellos. No sabemos leer en voz alta y por eso no somos capaces de generar placer por las historias-lecturas.

Hemos desnaturalizado tanto el gesto de la lectura, desvinculándolo de la oralidad que estuvo antes y de la que ella es origen, que hemos llegado a un punto en que un libro es señal de aburrimiento o de soledad. ¿Y cómo se vuelve de ese lado oscuro? Lo tenemos difícil aunque una buena forma de empezar puede ser leer más en voz alta, reunirnos en las plazas para contarnos cuentos y reír a carcajadas. Necesitamos mezclarnos en las historias hasta confundir ficción y realidad.

Curiosamente, hoy me he saltado la reseña de «Aventuras e invenciones del profesor Souto» de José María Merino, un libro maravilloso que es sin duda una invitación a la fabulación y al placer de las historias. Quiero creer que he obrado bien. Sin embargo, he tenido muy presente en este texto al profesor Souto, que de pronto pierde la capacidad para entender lo que le dicen y comienza a desaparecer. Su experiencia puede servirnos como metáfora de la lectura y de los libros. En la medida en que sigamos perdiendo las inmensas referencias (necesitamos del canon para medirnos) iremos desapareciendo, como Souto, y si como bien lo dijo Neil Gaiman una ciudad sin libros no puede llamarse ciudad, una persona sin fábula se asemeja más a una piedra que al mamífero que es. Recuperemos la magia de la lectura para llegar a un día en que no sea necesario festejar el Día de las Librerías.

Librerías como casas

Hay libros en los que desearía quedarme (o haberme quedado) para siempre. Lo mismo me ocurre con algunas librerías. Cuando trabajaba en Buenos Aires pasaba cada día por Garabombo, una bellísima librería de San Martín, y me quedaba allí un largo rato. Pasar por allí, ver, sentir la vida de los libros era una forma de renovar el estímulo de la lectura: una forma de recordar porqué me gustaban tanto esas criaturas.

Los libros, como una escalera a otros mundos, como pequeños planetitas en los que sentirse a salvo. Siempre los libros. A aquella librería he vuelto esta mañana mientras pensaba en sobre qué escribir para festejar el #DíadelasLibrerías. Porque volvemos adonde fuimos felices. Todos tenemos esas librerías que nos han marcado en determinado momento y cuyo recuerdo nos conmueve profundamente; y posiblemente, esa que amamos no aparezca en la lista de las más bonitas del mundo, ¡qué barbaridad!

Un buen deseo para este Día de las Librerías es que todos volvamos al ovillo. Volver a escuchar, como cuando éramos pequeños, es una preciosa forma de entender qué somos y qué pensamos de lo que nos rodea. Volver a esa forma de entender la lectura, como parte imprescindible de la vida, como espacio de fábula y reflexión, esa sería la mejor manera de iluminar este mundo vacío de palabras. Dejemos que nos cuenten, que nos hablen; escuchemos, y así volverán volando los libros a nuestras vidas. Dejemos que sean ellos los que hablen.

Comentarios3

  • Rapsodico

    Amén. Pones los puntos sobre las íes para hacernos ver la importancia de la lectura en el crecimiento personal de los humanos. Ojalá lean este artículo mucha otra gente que necesite convencerse del maravilloso mundo que se pierden si no lo hacen. Un saludo, Tes..

  • Joselin Guzman

    Un gran artículo, muy importante leer y aún mas tomarle amor a esas bellas historias plasmadas. Un saludo Tes!

  • Ramon33

    Muy bien Tes, gracias, sigue en este camino: ilustrándonos.



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