Lo sórdido en la obra de Roald Dahl

Desde hace unos años presenciamos, con asombro en algunos casos, con miedo en otros, el aumento del miedo a las palabras. Así, lecturas que para nosotros fueron fundamentales en la infancia se han ido desplazando por contener ideas discriminatorias o violentas. Uno de los autores que siempre ha estado en la mira de los censuradores es Roald Dahl, de quien se dice que era antisemita y que escribía historias con personajes poco apropiados para los niños. Pese a ello se hizo famoso como escritor de cuentos infantiles y podría decirse que es uno de los autores de relatos infantiles más famosos de los últimos siglos.

En el 101 aniversario de su nacimiento, escribo sobre él, rozando las controversias y abrazándome a su genio. Les digan lo que les digan, lean a este maravilloso fabulador porque merece la pena.

La infancia que se extiende a la obra

Roald Dahl era hijo de padres noruegos que habían emigrado a Gales con el deseo de educar a sus hijos en escuelas británicas. El nacimiento tuvo lugar en Llandaff, el 13 de septiembre de 1916.

La infancia del padre de «Matilda» no fue nada fácil y estuvo marcada por la muerte. Una de sus hermanas y su padre fallecieron cuando él era muy chico: estas dos pérdidas le afectaron profundamente y esto podemos verlo reflejado en sus historias. Su experiencia escolar tampoco fue muy agradable; el colegio donde estaba internado se caracterizaba por sus estrictos y violentos métodos de enseñanza, y él solía recibir duras reprimendas por parte de los educadores. De toda aquellas situaciones, sin embargo, surgió un adulto dolido pero con la capacidad de narrar desde el corazón historias impactantes con el ingrediente secreto que las volvió absolutamente atractivas para todos los lectores.

Pese a esas experiencias, o quizá a causa de ellas, Dahl desarrolló una gran imaginación que más tarde canalizó a través de la escritura, dando vida a un amplio universo en el que convivían criaturas vulnerables con los más terribles demonios o seres despreciables. Aunque, a la larga, el triunfo de los personajes valientes y apasionados es inevitable. Y es por eso que sus historias valen la pena, porque reivindican la fuerza de los débiles.

Al escarbar en la mayoría de sus historias podemos encontrarnos con experiencias vitales del propio autor: la orfandad, la violencia y el abuso de poder de parte de los adultos, la necesidad de un adulto que rescate al niño del dolor de la vida y la presencia de habilidades sobrehumanas para afrontar los problemas son algunos de los elementos más reincidentes en su obra, que también estuvieron presentes en su vida.

Para hallar la semilla por ejemplo de una de sus historias más populares, «Charlie y la fábrica de chocolate», debemos viajar al colegio de Derbyshire, donde transcurrió algunos de los años de su enseñanza. Dicha institución recibía de parte de una fábrica de dulces, cajas que contenían nuevos productos para que los alumnos los probasen. Roald soñaba con inventar una nueva barra de chocolate a fin de llamarle la atención al dueño de la fábrica y ganarse su respeto. La ausencia de su padre y la posibilidad de que un adulto se interesara por él y le ofreciera una vida agradable le empujaron a soñar y a convertir más tarde ese sueño en realidad: una historia que al leerla le transportaba a aquella fábrica.

«James y el melocotón gigante» es otra de las historias que nos lleva a su infancia. Aunque Roald siempre dijo que no era del todo autobiográfico, encontramos una clara coincidencia difícil de obviar: tanto él como James pasan las vacaciones en casa de unas tías solteras algo peculiares. No sabemos si las suyas, como sí lo sabemos de las de James, eran criaturas violentas y abusivas, pero sin lugar a dudas en estas vacaciones no fue todo color de rosas, sino ¿por qué habría sentido el impulso de contar historias tan peculiares? En esta historia, por ejemplo, nos encontramos con eso que decía antes, del triunfo de los débiles en las historias de Dahl.

La ambigüedad en los personajes de Dahl

En los personajes de Dahl hay más humanidad que en otros personajes de la literatura infantil. Sin embargo, este elemento que a simple vista puede resultarnos absolutamente atractivo también generó muchísimas controversias, debido a que el autor se atrevió a dar vida a criaturas deshonestas y con conductas que podrían servir para alentar la delincuencia o actos de índole inmoral en los niños.

Uno de los personajes que ha sido muy criticado es Willy Wonka, que posee actitudes valiosas como su vegetarianismo pero por otro lado intenta conquistar a los niños con los dulces. En esa ambigüedad muchos adultos consideran que Roald es permisivo y no deja clara su postura, por lo que podría ser contraproducente para los pequeños. No obstante, en esa ambigüedad reside uno de los grandes aportes de Roald a la literatura, porque eso da credibilidad a los personajes. Hay en esa composición ambivalente de sus criaturas una clara muestra de maestría y de comprensión del mundo. Porque no todos estamos absolutamente equivocados, no en todos los aspectos de nuestra vida, no en todos los momentos, por eso crear personajes que nos produzcan admiración por un lado pero que por otro nos hagan sentir rechazo, es uno de los mejores aciertos de la creación literaria, presente en toda la obra de Dahl.

Debido a que en sus obras aparecen personajes racistas, sexistas y no a todos les va tan mal, la figura del autor se encuentra rodeada de controvertidas discusiones. La obra citada más arriba, «James y el melocotón gigante», recibió serias acusaciones y fue censurada por ser considerada una muy mala influencia para los niños, dada sus referencia al consumo de drogas, a la presencia de blasfemia y racismo, así como también insinuaciones de tipo sexual, inadecuadas para ser dichas en presencia de los niños. La sinceridad y la valentía de Dahl fue adelantada a su tiempo, y al nuestro.

Chocolates, brujas, oscuridad y elementos pegajosos y en ocasiones asquerosos, ese es el gran truco de sus historias. Según Bruno Bettelheim, cuyo texto «Psicoanálisis de los cuentos de hadas» hemos analizado ya, lo macabro adquiere en el mundo de la literatura la función de servir de canal para representar y canalizar las experiencias vitales.

En un mundo que cada vez le teme más a las palabras y aboga por lo políticamente correcto, sin duda, necesitamos con mucha más fuerza de Roald Dahl, ese escritor que nos fascinó en la infancia. Al leerlo, podemos encontrar esa ambigüedad tan propia de la vida narrada de una forma precisa y divertida. ¡Niños y adultos, no deberían dejar de leerlo!



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