A Stephen King lo conocemos por obras como «El resplandor», «Misery», «It» y «Doctor sueño»; y al leerlo resulta difícil no plantearse lo tenebroso que debe verse el mundo desde allí; desde el centro de una mente capaz de crear criaturas obsesivas y peligrosas, y de trastornar a los lectores de formas ineludibles. Si Anne Sexton vio en el alcohol la posibilidad de aguardar a la muerte y Victor Hugo Viscarra un escape a la durísima realidad diaria, para King la adicción le permitió una via de escape a la tensión de un mundo obsesionado con su creación y que le ayudaba a cumplir con los plazos sin desquiciarse (más). Hoy, el autor de «Carrie» se suma a nuestro ciclo sobre alcoholismo y literatura.
La adicción como refugio a la sombra
Durante la década del ´70, mientras las librerías se atiborraban de lectores que se sumaban a la fascinación por su obra, King atravesaba un período de adicción truculento que llegó a provocarle serios problemas en sus relaciones y en su integridad. Era multitoxicómano y, asegura, consumió prácticamente de todo. El alcoholismo ha aparecido en sucesivas ocasiones en su obra y mucas de sus historias parecen exactas metáforas a las consecuencias de la adicción. La propia historia «Misery», según el propio autor, podría extrapolarse como la relación de un adicto con la cocaína.
Recientemente King ha publicado «Doctor sueño» en el que nos cuenta la historia de un hombre con pocas posibilidades de futuro, hasta que la vida le da un empujoncito. Se trata de una criatura que ha sido parte de esos personajes que siempre han poblado la cabeza de King (presente en una de sus primeras novelas «El resplandor»), ese tenebroso planeta. En sucesivas entrevistas King contó que durante años estuvo pensando en aquel niño y preguntándose a dónde habría ido a parar. En este libro intenta responder a esa pregunta y darle forma a aquello en lo que se habría convertido ese talentoso niño, capaz de leer el pensamiento de los demás.
Un rey zarandeado
La historia de King no empezó bien. Nació en una familia de clase muy humilde el 21 de septiembre de 1947. Cuando Stephen tenía dos años su padre se marchó; comenzó entonces una etapa de muchas privaciones para David y Stephen, los dos hijos de aquel matrimonio que se quedarían a partir de entonces a cargo de la madre, Nellie Ruth Pillsbury.
Sin duda el abandono, un tema reincidente en su obra, fue uno de los hechos más significativos para la formación emocional de King. A él se sumó otro hecho brutal que presenció también en su edad temprana: uno de sus amigos quedó atrapado en los rieles de unas vías y fue arrollado por un tren. Esta imagen sin duda también marcó a fuego su vida y quizás avivó el fuego de la creación artística: esa necesidad de contar aquello que daña y que parece venir con nosotros desde toda la vida.
Sus primeros años como escritor también fueron difíciles económicamente. Vivía con su esposa Talita y dos hijos en una casa rodante. Dedicaba sus días completos a escribir cuentos y novelas e intentaba publicar. Pero ningún editor estaba interesado en él y sus historias iban quedando amontonadas. King escribía de forma compulsiva porque creía en que en algún momento las cosas tendrían que salirle bien, y se ganaba la vida como docente y limpiador de suelos en una lavandería. Y entonces llegó «Carrie» que sería la historia que lo catapultaría a la fama y que provocaría que los mismos editores que antes le habían rechazado se pelearan por publicar sus obras.
Escribir desde la inconsciencia
«Carrie», sin embargo, es un libro escrito desde la adicción, al igual que todas sus contemporáneas. King se sentaba frente al ordenador sin saber hacia dónde se dirigían las historias; escribía de forma compulsiva y generalmente lo hacía en severos estados de embriaguez y drogadicción. No obstante, la visión de King en torno a la adicción difiere mucho de la de autores como Hemingway o Bukowski, ya que en su caso está convencido de que es un problema y por eso desde hace varios años no consume y participa de un grupo de Alcohólicos Anónimos de forma regular.
Cargar con esas imágenes, saberse creador de esas criaturas tenebrosas y haber descubierto el pozo de donde surge la creatividad son asuntos difíciles de asumir sin duda por lo que puede ser razonable esa necesidad de sustancias que alivien tanta presión.
Una de las preguntas que siempre suelo hacerme es ¿habría sido fulanito un buen escritor si no hubiera aceptado el apoyo del alcohol o la droga, si no se hubiera internado en ese estado de semiconsciencia que nos permite acceder a esa parte velada de nosotros mismos en estado consciente? Supongo que existen tantas respuestas para esta pregunta como creadores existen. En el caso de King, parece que el genio de la lámpara no se ha ido con la recuperación: saber esto no deja de ser un alivio. Para terminar les dejo uno de los mejores consejos que ha dado King para jóvenes escritores:
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