«El sueño eterno» de Raymond Chandler

Novelas que llegan al ático por alguna razón incomprensible y que se quedan allí, aguardando el momento en que alguien las rescate. Y aquí aparecemos nosotros. Hoy, en nuestro desván de los libros perdidos les traigo «El sueño eterno» de Raymond Chandler. Una novela negra que creo no debería faltar en ninguna biblioteca.

Un detective muy peculiar

«El sueño eterno» es la primera novela negra de Chandler, y para ser un estreno fue una obra contundente que marcaría para siempre la línea del autor. Se publicó por primera vez en 1939 y fue el punto de partida de Chandler como novelista policíaco. Entre sus principales aciertos cabe mencionar la invención del detective Philip Marlowe, un personaje peculiar e inigualable.

El detective Philip Marlowe, un personaje lleno de matices y de humor, es el protagonista de esta novela. Como hizo en toda su narrativa, Chandler se asoma a los vértices sórdidos de una sociedad a simple vista maravillosa, y nos muestra el lado oscuro y vil, a través de una historia llena de ingenio y, sobre todo, (no podemos esperar menos de este auténtico narrador) de mucho humor.

Geiger es un tipo miserable que intenta chantajear al general Sternwood usando como enganche las deudas de juego de su hija menor. A su vez, la hija mayor del general está detrás de la pista de su esposo, que se ha fugado con la esposa de un gánster. Son estas algunas de las historias que se entrelazan en esta novela y que son imprescindibles para entender las reacciones del protagonista: el valiente detective.

Todo se complica cuando muere Geiger y Carmen, la hija menor de Sternwood aparece en su casa en extrañas condiciones: está drogada y absolutamente desnuda. La labor de Marlowe se complicada y parece ponerse más difícil a cada paso; no obstante, el detective es sumamente eficiente y parece encontrar con facilidad el hilo de la historia: la pista del misterio que encierra el caso que debe resolver, para el que han contratado sus servicios.

Una sociedad al límite

La forma en la que Chandler describe el ambiente es monumental y, pienso, en ella radica uno de los grandes aciertos de la novela. Esta historia se encuentra ambientada en los años ’30 en un sórdido Hollywood; las vidas libertinas donde rueda el alcohol y la droga y el ansioso deseo de riqueza que gobernó la mentalidad de los americanos durante la Ley Seca, un momento donde el verdadero poder era ejercido por gángster deseosos y dispuestos a todo con tal de hacerse notar.

Varias muertes van llevando al detective de una hipótesis a la siguiente y depositándolo en el centro del huracán. Y él con suma atención y seriedad, pero también con muchísimo humor, es capaz de ir conectando los sucesos, como un fanático de los crucigramas va hilando los enigmas hasta alcanzar los resultados: de a pequeños pero certeros pasitos.

No es el crimen lo que le importa a Chandler, no parece ser tampoco la historia a la que nos acerca, sino la reflexión en torno a la sociedad en la que se mueven los individuos. Como ya lo ha hecho otras muchas veces, se centra en describirnos, mostrarnos e iluminarnos en torno a una sociedad corrompida donde el que vence parece ser un diablo disfrazado de oveja.

A propósito de este autor y de este libro les recomiendo este texto de Enrique Vila-Matas que me parece una maravilla. También los invito a visitar y leer otros libros que han aparecido en nuestro desván de los libros perdidos: «El camino de las llamas» de Hugo Wast, «Canción de tumba», de Julián Herbert y «Museo de la soledad», de Carlos Castán, son tan sólo tres ejemplos.