Si hubo algo que caracterizó a los autores de la generación del 50 fue el peso de la nostalgia; los recuerdos plasmándose como una masa amarilla que invade el presente, invadiendo todo el hoy y cubriendo de lirismo la literatura de cada uno de ellos. Ana María Matute, Ignacio Aldecoa, Jaime Gil de Biedma… todos ellos enamorados de un tiempo que ya no volverá. Al leer a Terenci Moix descubrimos que en él no es diferente.
Recientemente he leído sus memorias y me pareció interesante hacer una revisión sobre la fragilidad emocional que se despega de su narrativa y es ése el objetivo de este artículo.
Breve biografía de Terenci Moix
Terenci Moix nació el 5 de enero de 1942 en Barcelona y falleció en la misma ciudad el 2 de abril de 2003. Es uno de loes escritores españoles más destacados de su generación, aunque su verdadera popularidad la consiguió al convertirse en editor: publicando y dando a conocer a voces impresionantes de nuestra lengua. Cabe mencionar que fue hermano de Ana María Moix, a quien hemos perdido hace pocos meses.
Terenci Móix sintió el llamado de la literatura de pequeño (como a muchos: la soledad lo llevó a refugiarse en los libros y en el cine) y se fue formando de manera autodidacta. Sus obras más famosas son sin duda «No digas que fue un sueño» (Premio Planeta en 1986) y «El sueño de Alejandría». No obstante, cabe mencionar que sus primeras novelas fueron policíacas y las firmó bajo el seudónimo de Ray Sorel.
Conocido por muchos como el enfant terrible de la literatura de su época, Moix estudió con los Escolapios y posteriormente, para seguir con la voluntad de su padre, se volcó por la contabilidad. No obstante, dejó esta carrera para lanzarse al mundo de la escritura, con la voracidad de los buenos lectores y la paciencia y laboriosidad que sólo los autores apasionados consiguen adoptar.
Religión y represión
Sin duda una de las cosas que más me cautivan de Terenci es su habilidad para expresar sin matices las terribles injusticias que se cometen en nombre de «grandes valores». Al leerlo nos encontramos con una durísima y realista crítica al proceder de los dirigentes de la religión católica en torno a diversos temas, sobre todo, al rechazo de los homosexuales y la igualdad de género.
Varias veces Moix expresó que la religión comercia con sentimientos. Refiriéndose a los métodos que a lo largo de los siglos fueron utilizados por los sistemas religiosos para conseguir adeptos. Además, en sus novelas se nota una firme crítica al franquismo y a la educación religiosa. Y, teniendo en cuenta que fue un homosexual que se descubrió rechazado en una época cerrada y represiva, no podemos poner en duda su versión ni por un segundo.
Por otro lado, Moix era un apasionado de la historia del Egipto Antiguo, lo que lo llevó a utilizar este ambiente como escenario fundamental de muchas de sus historias. No es llamativo: Moix era un guerrero de los que no se quedan apacibles viendo cómo todo se derrumba; más bien, un guerrero de los que luchan hasta el final por una causa que consideran valiosa.
Un hombre triste con una gran sonrisa
Ana María Moix expresó en una entrevista que por mucho que a Terenci se le viera siempre alegre y feliz, tenía un mundo interior roto, y el silencio y la tristeza eran protagonistas en su vida. Todo esto lo percibimos al leerlo: cuando nos habla de las glamourosas películas, de los fetichismos, de las historias de amor egipcias…
Sea de lo que sea que esté escribiendo, no podemos dejar de encontrarnos con ese adolescente triste y melancólico: que pasó más tardes encerrado en el cine Astoria que disfrutando con los jóvenes de su edad: es por eso que el cine fue su compañía y en agradecimiento le dedicó tanto tiempo de su escritura. En más de una ocasión expresó: “El cine fue mi mejor escuela”.
Las memorias de Moix se conforman por tres volúmenes que se publicaron bajo el nombre conjunto de «El peso de la paja». Y, sin lugar a dudas, son sumamente recomendables. A través de ellas podremos conocer al Terenci más desnudo que jamás hayamos visto y descubriremos una literatura intensa y espeluznante, invadida de lirismo y algo de fetichismo, porque así era Terenci.
La adolescencia es para muchos la época más difícil de la vida; algunas personas no llegamos a curarnos de ella. A muchos nos persigue el fantasma de otra época (cada uno sabe en qué período se ha quedado). En el caso de Moix, vemos a un chico temeroso pero con unas ansias de comerse el mundo impresionantes. A un adolescente que descubre que sus deseos no se condicen a lo que se espera de él, con las consecuencias que esto puede tener en cualquier vida que empieza a ser. En sus memorias se destila tristeza y la nostalgia de una época pérdida que ya no regresará. No obstante, gracias a la literatura, quizás Moix pudo regresar un poco.
Estas memorias no se leen, se ven: es como un largometraje de historias mínimas que se entrecruzan a lo largo de la vida de este hombre que fue niño, joven y adulto. Mientras leemos vamos viviendo paso a paso la transición del pequeño niño hasta el hombre y, al mismo tiempo, nos acercamos a la transición española, vista desde la perspectiva de ese hombre en constante formación. Es, por decirlo con claridad, una memoria donde las transiciones individuales y colectivas se encuentran asombrosamente amalgamadas.
Comentarios1
Gracias Tes por compartir este interesante artículo! Saludos
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