En torno al proceso de la literatura paraguaya

procesoVictorio V. Suárez ha publicado un libro de grandes dimensiones. Es uno de esos materiales que se va extendiendo conforme pasa el tiempo, pues se amplía en el registro de interrogaciones a los exponentes más notables de las nuevas generaciones literarias que van surgiendo en el Paraguay.

Para nombrar al texto de marras, con las palabras elegidas por el autor, debo mencionar que estamos ante el «Perfil histórico, bibliografía y entrevistas a los más destacados escritores paraguayos». El libro se llama Proceso de la literatura paraguaya.

Va por su tercera edición. En 2001 apareció bajo el nombre de Literatura paraguaya 1900-2000, conversaciones con los máximos representantes, comentado por el crítico y poeta Francisco Pérez-Maricevich. En 2006, con el apoyo de la editorial Criterio Ediciones, salió una edición ampliada de Proceso la literatura paraguaya con prólogo de José Vicente Peiró Barco. En esta última aparición, el libro sigue su itinerario acostumbrado, recogiendo testimonios, entrevistas y charlas con los autores literarios en la búsqueda de un conocimiento más cercano a la realidad, o al proceso de la literatura paraguaya. Ardua misión. Por un lado, las respuestas de los entrevistados son diversas y provienen de distintas ópticas o ángulos, y por otra parte, hay un período que no se puede pasar por alto, obviamente, y que incide altamente en el enfoque de las entrevistas: la caída del poder del Partido Colorado.

Algo que no se puede dejar de contemplar son los estudios, los análisis que el autor hace en torno a nuestra historia. Así, por ejemplo, escribe: «El presidente López falleció el 10 de setiembre de 1862, dejando toda la responsabilidad a su hijo Francisco Solano López, de 36 años. De ahí en más, el Paraguay entró en una verdadera encrucijada que desembocó en el «�Genocidio Americano»�, es decir, en la Guerra contra la Triple Alianza (1865-1870). De esta manera, el proceso cultural que había iniciado don Carlos fue interrumpido bruscamente, quedando en esa época escuálidos ejemplos de creatividad, excepto aquellas narraciones y poemas patrióticos que cumplían la función de elevar el espíritu de los combatientes en la cruenta guerra».

Este trozo de lectura es valioso para encontrar un camino que nos oriente hacia la literatura paraguaya, su caída y resurrección. Claro que había de resurgir con los poetas del 40. A propósito, en una conversación del autor con la poetisa Josefina Plá, ella refiere, en torno al grupo del 40, lo siguiente: «El grupo del 40 no fue una generación, éramos totalmente heterogéneos, imagínese la edad de Julio Correa, Hérib Campos Cervera ya maduros y Ezequiel González Alsina o Roa Bastos en plena juventud. Si fuera por la edad no figuraríamos muchos, los mayores fueron los primeros en complementarse, luego vinieron los jóvenes por gravitación. No hubo enseñanza, no hubo comunicación magistral, pero sí actitud ante la vida».

Lo que doña Josefina Plá expresa es real y preciso, pues ella siempre se ha caracterizado por su objetividad. El hecho, importante para la literatura paraguaya, es que quienes se aglutinaron en torno al grupo del 40, fueron y siguen siendo referentes de la poesía del Paraguay.

Muchos caminos tiene este libro. En él, Victorio V. Suárez hace un análisis detallado de la generación del 50 y la reivindicación del país por la cultura.

Y aborda otras generaciones.

Lo que me llama la atención es la atención puesta por el autor en cubrir casi todas las interrogaciones que tiendan a buscar una orientación sobre la evolución de la literatura nacional.

Hay preguntas que tienen hondo rigor histórico, que meten el dedo en la llaga, que giran en torno a la ausencia total de una política cultural, que nunca existió, de hecho, en nuestro país. Las interrogaciones sobre el servicio del poeta a una causa y su utilidad para la poesía (el eterno tema de debate) están presentes en el libro.

Victorio V. Suárez, a través de consultas rigurosas, lleva a hacer evaluaciones sobre el pasado, el presente y el porvenir de la cultura a los entrevistados, muchos ya fallecidos, otros en pleno estado de floración, y algunos, que empiezan a aparecer en el firmamento de la poesía y la narrativa.

Suárez analiza la generación del 90, que se aglutinó en torno a un Taller llamado «Pájaro Azul». Y dice algo muy importante, que tiene relación directa con la política: «A los componentes del 90 les sorprende por sobre todo ese tiempo de desgarrado canibalismo que se vivió tras la irrupción del proceso democrático. Los intelectuales pasaron a ejercer directamente la política y unos pocos representantes de la literatura paraguaya de diversas generaciones no esconden la cara sino que desafían el nuevo tiempo que ya estaba instalado». Eso tiene Victorio, que es frontal. No disimula en ningún momento su preocupación por la situación económica y política de nuestro país.

Como es un gran lector y conocedor de las diversas etapas a través de las cuales se fue gestando la literatura paraguaya hasta nuestros días, sus enfoques tienen rigurosidad y son de considerable valor para aquellas personas que buscan interpretar los diversos caminos de nuestro mapa literario.

El autor hace entrevistas a conocidos exponentes literarios como Ramiro Domínguez, Elsa Wiezell, Santiago Dimas Aranda, María Luisa Artecona de Thompson, José Antonio Bilbao, César Alonso De Las Heras, Francisco Pérez-Maricevich, Jacobo Rauskin, Roque Vallejos y otros.

Una mención especial merece la entrevista (12, 20, 27-II- 94 – Noticias) que le hiciera a Augusto Roa Bastos, quien, con su madurez y su lucidez a las que nos acostumbró, expresó con contundencia, las siguientes palabras: «Quedaron en el país prácticamente los que estaban comenzando, los más jóvenes; pero los que eran considerados nuestros maestros, como Hérib Campos Cervera y otros referentes importantes, fueron todos arrojados al exilio que indudablemente resultó una escuela donde juega lo físico y espiritual, es decir, la sobrevivencia de la obra y de uno mismo bajo los efectos de la presión y la lucha por la vida. Para mí el exilio fue productivo, creo que a los paraguayos nos falta salir. Mientras continuemos encerrados en el caparazón mediterráneo mirándonos el ombligo no vamos a ver la otra cara del mundo para sobresalir de alguna forma». Cuánta sinceridad y autocrítica en estas reflexiones del maestro.

POEMA

Madres del pueblo

No cayeron tumbadas por las balas,
se inclinaron tan solo hasta la tierra.
Madres adolescentes, centenarias abuelas,
toscas mujeres, madres suaves,
piedra humana doliente,
leve corteza
germinal.
Madres de estibadores,
rugosas campesinas,
chamuscadas obreras,
demacrada legión con el rayo en los hombros
y la noche en las trenzas;
madres de embarcadizos
con ojos desgastados por los puertos
distantes,
chiperas estrujadas como el maíz,
lavanderas como agua de arroyo,
tejedoras que tejen con el hilo nocturno
de su entraña,
burreras matinales,
pastorales mujeres,
esposas, hijas, novias populares,
y también hijas sin padres,
madres sin hijos?
En todas, pero en todas,
la patria amanecía con profundas ojeras.
Su vientre,
pan de tierra, su vientre taladrado
por el dolor y el hambre;
su vientre, abeja valerosa,
hizo el panal, la vida, su miel
amarga y áspera,
a la luz de una vela de sebo,
en pobre catre,
mirando un techo de hojas,
la noche, el cielo triste
del amor y la muerte.
No caísteis tumbadas por las balas,
acercasteis tan solo hasta la tierra
vuestros ojos intensos
para alumbrar la noche de los mártires,
su corazón dormido vuestros brazos
en su cuna natal.

De El naranjal ardiente
Augusto Roa Bastos



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