«La periodista que entrevistó a Trotski». Así se titula el reportaje que llevó a la escritora Inés Martín Rodrigo a interesarse por la vida de Sofía Casanova. Una investigación que derivó en la novela «Azules son las horas» que tiene mucho de histórico pero también de ficción y que podría ser una fantástica lectura para aquellos que deseen conocer más sobre Casanova, esa escritora gallega a quien se considera la primera mujer que trabajó como corresponsal de guerra.
De La Coruña a Madrid
Sofía Casanova nació en La Coruña el 30 de septiembre de 1861. Tuvo una infancia difícil. Creció sin padre y con una madre que aunque era de buena cuna no gozaba de una buena realidad económica. Así, Sofía recibió una buena educación pero la ausencia del progenitor y ciertas complicaciones económicas le significaron difíciles de afrontar. Además, en determinado, la madre decidió mudarse a Madrid, donde esperaba que hubiera un porvenir más alentador para una madre sola y sus tres hijos. Y así fue.
En Madrid Sofía se sintió como en casa y comenzó a relacionarse con las personas más destacadas del mundillo literario. Poco a poco fue haciéndose un lugar en los círculos más selectos y disfrutó de la compañía de personajes como Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán y Ramón de Campoamor. Fue en una de esas reuniones donde conoció a Wincenty Lutoslawski, un filósofo y diplomático polaco idealista y narcisista, de quien se enamoró y con quien se casó en poco tiempo.
La pareja se fue a vivir a Polonia y aunque la suya era una relación que había empezado con buen pie; nada sucedió como Sofía había deseado. En Polonia la sorprendió la Primera Guerra Mundial y fue un momento en el que su vida volvió a dar un giro. Casanova cuando se incorporó al periodismo del ABC como corresponsal de guerra: vio con sus propios ojos la situación de la contienda y la contó en extensos reportajes que le servirían para granjearse una importante reputación.
La situación emocional que debió atravesar por esos años fue tan dolorosa para ella como las imágenes de la guerra. Su esposo, que deseaba convertirse en un filósofo de relevancia y anhelaba tener un hijo varón a quien educar en sus ideas revolucionarias, a los pocos años de matrimonio la abandonó. La versión oficial dice que la repudió por haber tenido sólo hijas mujeres, ¡¿quién sabe qué oscuros misterios se esconderán en los rincones de ese lazo amoroso?!
Una obra extensa que cayó en el olvido
Su pasión por la literatura despegó cuando era pequeña. Le fascinaba la lectura y componía poemas de diversas temáticas. Podría decirse que los inicios de su carrera literaria fueron buscados por su madre, que leyó en secreto algunos de los poemas de su hija y los envió sin su consentimiento a una revista de la época. De este modo comenzó la temprana vida poética de Sofía, cuando tenía sólo 15 años. Posteriormente su obra le depararía muchos admiradores. Entre ellos se encontraba el rey Alfonso XIII, quien la invitaba a las reuniones de la corte para que leyese sus escritos y le tenía un profundo cariño. Tal es así que los gastos de edición del primer libro de Casanova fueron cubiertos completamente por el monarca.
Su capacidad para la escritura fue variada y auténtica. Exploró la poesía, la narrativa, el teatro y el periodismo y aunque después de su muerte su legado fue olvidado, en su juventud era una autora reconocida y apreciada no sólo por los escritores que ocupaban el foco de atención del momento sino también por lectores de gran diversidad.
Cuando se marchó a Polonia su fama como poeta descendió, aunque continuó siendo reconocida por sus impresionantes crónicas en torno a la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa. No obstante, el mundo olvida pronto y al día de hoy es poca la relevancia que se le da a su gran labor artística y humanística. Sea como sea, no deberíamos olvidar que fue ella la primera corresponsal dedicada y que detalló con absoluta delicadeza los acontecimientos de una de las guerras más significativas de la historia. Como dato importante podríamos agregar que la primera corresponsal de guerra propiamente dicha fue Carmen de Burgos, que dejó constancia de la Guerra de Marruecos, en 1909.
En pocas palabras podríamos decir que Sofía supo estar en los lugares adecuados en el momento justo. En Madrid, cuando Alfonso XIII sintió interés por la comunidad artística; en Varsovia, cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial; en San Petersburgo, cuando la caída de la dinastía Romanov y los primeros copos de la Revolución de Octubre. Estar allí en esos precisos momentos es lo que la llevó a contar lo que sus ojos veían y hacer de su experiencia social un espacio de reflexión y, a la vez, un servicio para que los lectores españoles conocieran de buena letra lo que estaba ocurriendo en Europa.
Si les ha gustado este artículo, los invito a leer esta novela de Rodrigo, a través de la cual podrán conocer más en detalle la vida y la obra de Casanova, mientras esperamos que alguna editorial tenga el detalle de publicar sus inolvidables e históricas crónicas.
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