En el Paraguay, preciso es decirlo, son contadas, contadísimas las personas que sobresalen de entre el montón de las gentes y lucen con luz propia, mediante la fogosidad, la curiosidad de su talento, y esa férrea voluntad de dirigirse con fidelidad y determinación hacia la meta trazada.
Me quiero referir, por lo menos brevemente, a Juan E. Aguiar, quien hace poco estuvo en la redacción del diario charlando conmigo.
Me comentó, entusiasmo y alegría de por medio, sobre su participación en la elaboración del nuevo diccionario de ortografía que fue presentado no hace mucho tiempo en Madrid, España. El solo, entre otros ilustres estudiosos del lenguaje de distintos países, representando al Paraguay, como venía diciendo, figuraba en la lista de los apóstoles de la gramática que habían dado tan valioso aporte para la confección y redacción del diccionario.
He visto la criatura, es decir, el diccionario. Es enorme como todo objeto de valor.
El diccionario es un mundo aparte.
Es un laberinto propiamente dicho y necesita de una alta especialización así como de una sostenida capacidad de actualización con relación al avance de la lengua española, siempre viva y fogosa y salida de su cauce para su redacción.
Yo imagino a Juan E. Aguiar leyendo los libros de historia y artes en general, los diarios, las revistas, analizando las palabras como si ellas fueran preciosos insectos vivientes que a la luz de una linterna muestran sus células capaces de un poder de transformación, de peregrinación y de mutación. Esa capacidad de dejar de ser lo que es, de convertirse en castellano antiguo, de adquirir una nueva pronunciación, una nueva forma en el papel, hace de las palabras seres vivos que apasionan a investigadores silenciosos como Juan E. Aguiar.
Hablando, charlando sobre su estadía en España, me contó que fue bien tratado y que la princesa le causó cierta impresión porque la vio muy delgada y que el frío lo tenía, a veces, a maltraer.
Juan E. Aguiar es un personaje, un estudioso, un ser que nace de entre un millón.
Y no es que yo desdeñe de la gente común.
Simplemente quiero señalar que la perseverancia hace a la gente y que él es un perseverante por excelencia, y que los paraguayos deberíamos estar orgullosos de tenerlo entre nosotros.
Eso sí, tiene su carácter.
Y está bien que así sea, porque conoce la diferencia entre el inoperante y el estudioso que agota sus pupilas sobre los libros.
Se viene la nueva ortografía.
Nos hará sufrir un poco. Muchos ya blasfeman contra ella.
Y él, Juan E. Aguiar, un estudioso de la gramática, tiene que ver con ese sufrimiento, que no es sino un camino más de la perfección.
Me gusta la actitud de nuestro distinguido analista de la gramática. Se ha propuesto un camino y el camino se arrodilla ante él, porque son sus pasos seguros y enérgicos y acortadores de distancias. Decía yo que personas como este personaje son pocas. Casi escasas. Y en determinados ambientes, ausentes. Con estas líneas pretendo dar una suerte de homenaje al distinguido señor que nació con la gramática bajo el brazo.
Comentarios2
Pues mira que era yo de las que andaba un tanto preocupada con la nueva ortografía; que otra vez, a mis años, estudiando la enmiendas a nuestra vieja gramática, que qué ganas de introducir nuevas modas, para más de lo mismo, etc, etc.
Como casi siempre, me convencen tus reflexiones, Dejfina Acosta. Y mi enhorabuena para ese distinguido colaborador que es D. Juan E. Aguiar.
Pruden
Gracias Pruden.
Pero a mí, sinceramente, ya me fatigan los cambios gramaticales.
En fin; a buen tiempo, mala cara.
Preciosa la mascota !!!
Delfina
Sin duda una persona de ejemplo ha seguir, más haya de su profecíon su constancia y dédicación. Gracias por presentarlo
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.