La literatura como espacio de reivindicación léxica. Ése podría ser el subtítulo de «Una casa lejos de casa» de Clara Obligado (Ediciones Contrabando), un libro atravesado por la poética migrante de Kafka, Mahmoud Darwish, Theodor Kallifatídes y Nina Berberova, en el que podemos encontrar interesantísimas reflexiones sobre la experiencia de la extranjería y nuestra capacidad para trascender las experiencias dolorosas a través del lenguaje, a través de los cuentos, la ficción y la memoria. Un libro de memorias delicioso que quiero recomendarte aquí. Aprovecho para contarte que mañana, 5 de diciembre, se presentará en una sesión digital en el canal «Los pasos de Egeria» de Alma Reza, ¡no te lo pierdas!
La literatura trasciende el pasado
Esta frase que Missis Tanasescu dirigió a dos niñas a las que acababa de conocer y tenía la responsabilidad de cuidar, es quizá el himno de todo el libro de Clara Obligado. La posibilidad de llegar al descubrimiento de la propia lengua desde la forzada mirada extranjera. Ése es el hilo principal de este libro que podría definirse como un ensayo de extrañeza, donde todo lo vivido ha servido para formar una obra sólida donde la estructura juega un papel fundamental. Un tierno homenaje a una mujer que, sin saberlo, sembró en la autora el gusto por la ficción como vía de escape, como nos lo hace ver en el ensayo.
El libro surge con el empeño de la autora de reescribirse. De narrar en presente lo que ha ocurrido en el pasado, y de perdonarse. Y, en ese sentido, parece una especie de súplica interior: «Querida Clara, perdoname, por no haberte permitido esa vida, en ese país que amabas». Desde ese camino de pérdida y añoranza Obligado busca rayitos de luz en un libro lleno de aciertos en cuanto a la increíble coherencia entre estructura y discurso.
A lo largo de la escritura, Obligado establece una armonía de desconcierto, propia de las etapas de desazón, de vacío, de pérdida transcurrida, durante el comienzo del exilio, que se equilibra cuando decide aceptar que su vida ya no está enlazada con su país de origen y comienza a aferrarse al nuevo lugar y a su nueva identidad. La extranjería nos divide y una parte de nosotros muere para siempre. Cambiemos o no de nombre, nunca volveremos a ser las mismas personas. Es una frase que se dice rápido pero que, tal cual lo cuenta la autora, su interiorización no tiene nada de sencillo. Aceptar el desarraigo es despedirse también de una posibilidad: esa mujer que pude ser si no me hubiera marchado, como repiensa y plantea reiteradamente
Obligado en su discuro.
En este punto, la literatura es el ancla y es también el escenario en el que las experiencias adquieren sentido. Las cosas, posiblemente, no tienen un sentido dado pero, teniendo en cuenta nuestra necesidad de ordenarlas, podemos dotarlas de ese significado. Y para ello, la literatura aparece como una posibilidad de imaginarnos y narrarnos. Lo que existe en el libro es una mezcla de realidad y memoria, por eso resulta convincente, porque nos sirve para reinterpretar y reinaugurar el sentido de nuestra identidad. Y me viene esta idea.
El lenguaje estático del que naufraga
Son muchos los temas que atraviesa Clara. Pero trabaja sobre una que me interesa especialmente, y que he visto muy bien explicada en alguna de las ideas literarias de Sergio Chejfec. Él habla del «idioma congelado», para referirse a esos argentinos que en el exilio continúan hablando y ejerciendo un idioma que ya no se habla en ninguna parte. Quienes se aferran a un acento o uso del lenguaje que se ha quedado atrapado en el tiempo; porque se han perdido la evolución propia de todo idioma en el vivir cotidiano. Obligado se centra en palabras que ya no se usan y en las que como extranjeros insistimos. Y a mí me gusta pensar que en nosotros también hay una responsabilidad con el pasado: mantener intactas ciertas palabras que, los nativos borrarán por la vorágine de la vida, como atesoramos fotografías antiguas. Para eso también sirve la extranjería, y la literatura desde la extranjería.
Me resulta inevitable tocar una de las ideas más significativas de este libro. El colonialismo ejercido desde el lenguaje. Es importante que nos sentemos a dialogar sobre eso. Obligado nos invita a reflexionar sobre la poca influencia que tiene el hablar latinoamericano sobre la Academia, sobre la manera colonial en la que se sigue mirando y analizando el uso del español fuera de la Península Ibérica. Siempre me ha resultado peligrosa esta tendencia porque esconde la doble expoliación ejercida desde España sobre los países americanos. En principio la eliminación de las lenguas preexistentes en la región para imponer el dominio de su lengua blanca. Y después, el establecimiento de la idea de que este idioma es un préstamo. Es un mecanismo retorcido del que se habla poquísimo pero que encierra uno de los problemas fundamentales del colonialismo, persistente y existente muchos siglos más tarde. Y me gusta mucho (y me da pánico esto que dice Obligado).
La literatura como país
A lo largo de la lectura vamos a encontrarnos con numerosos expatriados: María Zambrano, Nicolás Sánchez Albornóz, Rafael Alberti, María Teresa León. Pero me ha interesado especialmente esa mirada hacia los escritores argentinos que vivieron su exilio en España y que no ocupan un lugar especial en su canon. ¡Qué alegría encontrarme con Héctor Tizón, a quien aquí poco se le conoce! Obligado le da un espacio a su hermosísima novela «La casa y el viento» que cuando la leí, mucho antes de mi viaje, me conmovió profundamente. Obligado nos presenta nombres de otros autores y autoras que han tenido que repensarse en el exilio, y nos recuerda que tenemos una cuenta pendiente con todos ellos.
Todo lo que tenemos es el presente. Obligado se esfuerza, tuerce la mirada para dejarnos luz, para reafirmarse en esa luz. Pese a la violencia del sistema, pese a los dramas del pasado y también pese a esa voz interior que parece empecinada en pensar en las mil posibilidades abiertas en el camino y no tomadas, Clara quiere centrarse en la luz, y termina el libro con una maravillosa reflexión sobre la posibilidad de compartir herencia y derrumbar las fronteras a través del mestizaje. Me parece lumínico y bonito.
«Una casa lejos de casa» de Clara Obligado (Clandestino) es un libro que ofrece en clave autobiográfica una reflexión en torno a la extranjería, y la experiencia literaria atravesada por la migración. Obligado revisa su propia historia y va construyendo preguntas sobre la difícil tarea de reconstruir la propia lengua en la que se escribe, cuando has perdido tu lengua materna. Un tema que me obsesiona, como sé, a la mayoría de los que hemos iniciado este viaje de extrañeza. Y un libro que te recomiendo con entusiasmo.
Quiero hacer un último paréntesis para señalar el fabuloso trabajo de cubierta que ha hecho Julieta Obligado, que también ha estado detrás de la estética de «Salsa», la novela anterior de esta misma autora, y de «Intervalo» de Owen Martell, otra joya publicada por Entre Ambos.
Y termino con esta frase. En ella, creo, están enunciados sutilmente todos los ingredientes y el pulso de este maravilloso libro.
UNA CASA LEJOS DE CASA
Clara Obligado
Ediciones Contrabando
978-84-121778-8-6
120 páginas
16,00 €
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