Los lectores que se decanten por el género del teatro es imprescindible que conozcan a uno de los autores más importantes dentro del mismo. Nos estamos refiriendo al escritor español Ramón María del Valle-Inclán (1866 – 1936), que forma parte de la llamada Generación del 98, pues nos legó toda una serie de obras que se ha convertido ya en clásicos y en referentes para otros muchos artistas.
Con tanto entusiasmo se dedicó a este género que nos ofrece todo un conjunto de trabajos que nos muestran una clara evolución de la trayectoria del autor. Así, cuenta con una etapa modernista a la que seguirían otras de corte mítico, de farsa, de estilo esperpéntico y finalmente un ciclo final.
No obstante, lo que tienen en común todas y cada una de sus obras dentro de la dramaturgia es que no se enmarcan dentro del estilo costumbrista que en ese momento tenía éxito en España, y del que eran una buena muestra los hermanos Álvarez Quintero. Se trata de trabajos que le dan una vuelta de tuerca a lo “que se lleva”, son muchos más profundos.
Entre todos sus libros de teatro, tendríamos que destacar, por ejemplo, a Luces de bohemia. En el año 1920 fue se publicó aquella que está considerada como una de sus obras más representativas e importantes. Y es que con ella crea el género del esperpento, aquel que apuesta de manera contundente por lo grotesco, lo absurdo y por un lenguaje cínico.
El argumento de la misma nos cuenta la vida de Max Estrella, un poeta ciego que ha conseguido mucho éxito en el pasado y que ahora ha visto como su relevancia ha caído en picado. Es decir, está conociendo la otra cara de la vida: el fracaso.
Una sociedad injusta y opresora es la que ejerce como escenario de esta historia en la que junto al protagonista toman presencia otra serie de personajes grotescos que nos permiten descubrir la parte más sórdida de Madrid.
El valor de lo grotesco
Esa línea grotesca es también la que se convierte en parte fundamental de otra de las obras teatrales más importantes dentro de la bibliografía de Ramón María del Valle-Inclán. Concretamente nos estamos refiriendo a Divinas Palabras.
En el año 1919 fue cuando vio la luz aquella que gira en torno a Pedro Gailo y a su familia. Aquel es un hombre que ejerce como sacristán, que está casado con Mari Gaila y que tiene una hija, Simoniña.
La muerte de su hermana será la que haga que el protagonista tenga que hacerse responsable de su sobrino, Laureaniño. Este es un joven enano que será utilizado por su nueva familia para ganar dinero. ¿Cómo lo conseguirán? Acudiendo a todas las ferias que tienen lugar pues en ellas lo “mostrarán” como si fuera un bicho raro.
Este hecho traerá consigo que otra de las tías de Laureaniño, Marica, también quiera encargarse de cuidar de él por lo que se establecerá una pugna entre todos con tal de conseguir hacerse responsable del joven.
Pero la trama se complicará aún más cuando se produzca una infidelidad. Y es que Mari Gaila dejará a su esposo para marcharse con su amante. Este será uno de los momentos más trágicos de la obra aunque, sin duda alguna, el culmen de todos ellos será la muerte del muchacho enano tras una broma pesada en la que varias personas intentan emborracharlo.
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