Tal vez porque amo tanto a Villeta, el pueblo del poeta Rubén Bareiro Saguier y del pintor Modesto Delgado Rodas, es que a veces me da por pensar que es mejor que Macondo o Comala. Exageración de exageraciones, la mía. Sin embargo, Villeta les lleva amplia ventaja a ambos sitios, pues ellos operan exageradamente en la imaginación de dos escritores, mientras que ella vive sin infiernos, se levanta todas las mañanas y su campanario suena.
Ya he dicho en un comentario anterior que la gente que busca hacer turismo interno debería considerar la idea de ir a ese pueblo. En él hay góndolas, faroles, una plaza que es casi un poema, un atardecer sobre el río digno de quedar en los ojos, una iglesia que ha sido acicalada y luce una suntuosa fachada.
En Villeta hay gente que todavía tiene esa buena costumbre de recibir con trato afable a los visitantes. Y cuánto vale la amabilidad en estos tiempos en que ni te alcanzan una silla, un vaso de agua o un saludo, apuradas como van las personas tras vaya uno a saber qué cosas.
He estado viendo a través de las redes sociales un atrapante sitio llamado «Villeta Free». Quien lo creó es un ser humano con visión de futuro.
Sabe cómo manejar esta extraña pasión por las imágenes que tenemos miles de usuarios de Internet.
Pero voy al tema: En «Villeta Free», cualquier curioso puede tener acceso a fotos que poseen un valor romántico, histórico y que son el reflejo de la creatividad de quien disparó el flash de la cámara fotográfica.
Existe una fotografía que es un embeleso. Me refiero específicamente a la que ilustra la legendaria casa de los Navarro. Sepa el lector que ella está retocada, pero conserva el estilo y el garbo de la lejana época en que fue construida. Recuerdo que cuando no llovía, y los pastos se secaban, y había que llevar a los animales al río para que no murieran, a partir de la casa de los Navarro se iniciaba la procesión de los fieles que iban por la calle principal con sus rogativas por la lluvia a cuestas.
También el usuario puede tener acceso a la «Casa embrujada».
En cuanto a si está embrujada o no, no tengo información alguna, ja. Creo que a los lugareños les gusta tener un sitio así, donde se supone que vaga errático y también temeroso el póra, y los fantasmas hacen de las suyas según el ingenio que les ha sido dado.
Hace ya un buen tiempo pasé frente a ella. Y sentí la necesidad de entrar en sus habitaciones y oler su humedad y contemplar su alto techo.
No pude lograr mi objetivo, mas imaginé que entraba en su interior y me ponía a conversar con quienes la habitaron hace tanto tiempo. Y ellos y yo, sentados sobre sillones, mientras oíamos chistar a un ave en algún hueco de un árbol, hablábamos y nuestras palabras se desvanecían en seguida porque los relámpagos caían cerca. Y eran esas personas tendientes a estar en la eternidad de la mirada, pues buscaban hallar en mis ojos los suyos.
Ah… los caireles y el viento que movía las cortinas y los suspiros que nos venían, pues nos hallábamos en tiempos diferentes aunque todo parecía transcurrir en el presente según se suponía.
Hace cuatro días he visto la fotografía de un niño que iba sobre una pequeña bicicleta. Hermosa imagen, ciertamente.
En otra oportunidad, vi una puerta. Arte abstracto, pero arte.
En fin, vale la ocasión para invitar a los usuarios de Internet para que visiten ese fantástico sitio.
Y espero que lo aprovechen.
Fuente: ABC Color
Comentarios2
Cómo ayudan tus escritos, amiga, a traer a la memoria esos lugares entrañables a los que tantas y tantas veces retorna el corazón! Unas, para visitar mansiones, desempolvar sus cortinas centenarias, reposar en sus sillones, recrear su espíritu o conversar con entrañables seres cuyos retratos aún penden de la pared del salón principal... Otras, será un paisaje, una torre, una avenida o aquel árbol centenario testigo mudo de increíbles conversaciones. Todo atrapa. Siempre el pasado trayendo al presente lo que amamos y vuelta a recrear... Un abrazo. Pruden
GRACIAS POR TUS PALABRAS !!!
ERES UN BENDICIÓN EN MI VIDA.
QUE DIOS TE GUARDE Y LLENE TU VIDA DE PAZ, SALUD Y BONANZA.
DELFINA ACOSTA
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