La poesía latinoamericana está llena de voces agudas y nítidas. Palabras que atraviesan nuestro mundo y nos permiten reflexionar en torno a él con lucidez. Entre los muchos autores ineludibles de esta región se encuentra Ida Vitale. Una poeta capaz de trabajar con un lenguaje abstracto que roza el hermetismo para poner en palabras diversas emociones con una suspicacia y una ternura sumamente auténticas.
Hoy, en «Entrevistas para el Recuerdo» recuperamos algunas frases que la autora de «La luz de esta memoria» dejó salir en diversas entrevistas. Ahora tiene 93 años pero mantiene en ese cuerpecito una firmeza-fiereza que resultan sumamente llamativos. ¿Llegaremos los demás tan vivos a esa altura de la vida?
La infancia de Ida Vitale (1923) transcurrió en el seno de una familia italiana donde la cultura ocupaba un sitio importante. En una casa llena de libros, con música y poesía. Pese al exilio y a la dureza que representó la guerra para ella, en México Ida encontra posibilidades que antes no había tenido; un país en el que podía traducir, corregir y crearse un espacio irrevocable en la literatura. De esa época data el último libro que está escribiendo y que dice que se titulará «Shakespeare Palace» y remata:
En lo que hace referencia a los autores que la ayudaron a construir su exquisito universo poético, Juan Ramón Jiménez es el primer nombre que aparece, con quien comparte esa obsesión por las correcciones. Aunque tampoco se olvida de su gran maestro, a quien profesa una gran admiración, José Bergamín. Con respecto a los libros, nombra «La Divina Comedia» (que se sabe de memoria), «Las mil y una noches» y el «Orlando Furioso». Con semejantes obras de cabecera no resulta para nada llamativo que sea una escritora tan fascinante.
Sus palabras son dinamita. Está convencida de que no existe una comunidad literaria de Latinoamérica y dice que para sentirse en casa le basta una biblioteca y un aeropuerto: dos formas distintas de viajar que pueden conducir al mismo sitio.
Vitale, que siempre ha sido política, aunque no se la relacione exactamente con la poesía revolucionaria, está convencida de que vivimos en una época donde la información aumenta pero es superficial y no llega a ofrecernos algo profundo. Y continúa diciendo:
Cuando se trata de hablar de la escritura, Vitale expresa que siempre fue muy cuidadosa de las palabras, aunque admira a aquellos poetas capaces de dejarse llevar, ella se siente más juanramoniana en ese sentido y así como corrige muchísimo también tarda en plasmar una idea. Aclara, sin embargo, que escribir es equivocarse y aprender.
Hay en la voz de Ida un interés bien definido por las formas, su gran capacidad para observar el mundo y darle un nuevo nombre a las cosas deriva en una poesía sentimental que no se aleja jamás de la elocuencia y del buen gusto y que es capaz de atravesar las fronteras.
En Vitale el extranjerismo pesa; porque aunque no sea éste un tema fundamental en su obra se aparece en sus poemas como una estela fantasmagórica y nos acerca la mirada nostálgica de alguien que perdió demasiado pronto la nacionalidad. Este rasgo es muy característico de su poesía, y sin duda, al leerla, podrán confirmarlo. Y así termino: recomendándoles muy encarecidamente la obra de Vitale, TODA, porque será nueva, sin espacio para la discusión.
Aprovecho para recomendarles algunas entregas de este ciclo de «Entrevistas para el Recuerdo» en el que sus protagonistas fueron mujeres: Silvina Ocampo, Ana María Matute y Marguerite Duras.
Comentarios1
Estupenda, Ida Vitale! Un aplauso a esta nonagenaria que cuida y cultiva el lenguaje en estos tiempos en que las "licencias" abundan de manera desmesurada y sin control.
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