Dentro de una semana y poco más se cumple el aniversario del nacimiento de Wislawa Szymborska (2 de julio de 1923) y, como creo que la mejor forma de recordar a un escritor es leyéndolo y recordando sus palabras, he reunido alguno de sus pensamientos en un nuevo texto de «Entrevistas para el recuerdo» que hace pie en esta nota de Babelia y que la tienen como protagonista. ¡No dejen de leer a la mágica Wislawa, por favor!
Wislawa era una mujer menuda que escribía como los dioses y parecía poco interesada en este mundo; me corrijo: en la superficialidad de este mundo. Pocos años después de recibir el Nobel no tuvo ningún reparo en decir que le habría convenido no ganarlo, porque todos los problemas financieros con los bancos y la exposición, y esa necesidad de salirse de su casita de caracol no las llevaba nada bien.
Pese a haber nacido en un país frío por dentro y por fuera, la poesía de Szymborska tiene un fuego y una calidez que hacen que una vez que la has conocido y la has leído con paciencia, se convierta en una autora indispensable.
Una autora cuyo motor fundamental era la curiosidad; su virtud, decía ella. Y lo dejó demostrado en sus innumerables versos que exploran las formalidades del lenguaje y ponen en entredicho las certezas. Basta ir a lo más antiguo, a su primer poema publicado, «Busco la palabra», toda una formulación de principios, de una poética que volvería constantemente a esa búsqueda de orígenes y de fundamentos. Esa búsqueda que la llevo a escribir con una sencillez inquieta y voladora.
Esa búsqueda, sin embargo, no era constante. La disciplina no era lo suyo, parecía necesitada de escribir cuando realmente las palabras (o la inquietud) venían a ella. Quizá era su forma de revelarse ante las imposiciones, contra las que escribió siempre. Y tampoco tenía miedo en decirlo:
Wislawa posa su voz sobre las cosas cotidianas y las irremediables, pero no habla de la muerte. Sus poemas son cantos de esperanza a las pequeñas rutinas, a los instantes que pasan sin que les prestemos atención. ¿Por qué no escribir sobre la muerte?
Del mismo modo intentaba utilizar palabras sencillas, que dieran directamente en el grano y evitaba los términos adornados o grandilocuentes.
Y es que para Wislawa cualquier poema es un instante, por eso supo mirar al niño Hitler, antes de la maldad, de la miseria, del odio y escribir su «Primera fotografía de Hitler». Cada poema es un instante congelado, que se puede inmortalizar, y en la mayoría de sus poemas nos encontramos con lo que otras obras artísticas dispararon en su memoria, en sus emociones. Relecturas de la tradición pictórica y literaria desde el ángulo de la gran Wislawa.
Wislawa, que recibió el Nobel cuando tenía casi ochenta años y que no terminó de acostumbrarse a la fama, que continuó viviendo en su apartamentito en un barrio periférico de Cracovia nos llenó de preguntas y por eso es una de las poetas más necesarias de nuestro mundo. En una realidad que intenta convencernos todo el tiempo de que hay que saber de todo, que hay tener opinión sobre todo y que dar respuestas ante todo, ella nos llenó de preguntas y nos dijo que:
Comentarios1
Apasionante mujer y escritora. Un gran acierto traer esta entrevista para el recuerdo. Un abrazo, Tes.
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