No podemos definirla. La poesía es una de esas artes a la que intentamos describir prácticamente desde antes de que exista como tal; desde esa época en la que la gente aprendía versos y los recitaba de memoria.
Hace unos días compartí con ustedes un artículo sobre cómo escribir poesía; hoy les traigo otro texto en esa línea.
La adorada Wislawa Szymborska escribió durante décadas una columna llamada Vida Literaria en un periódico de Polonia. En ese espacio se acercaba a aquellos que deseaban escribir y respondía a sus inquietudes en torno a la poesía. A través de pequeñas sentencias, esta preciosa poetisa, intentaba que comprendieran los infinitos matices que encierra este peculiar decir.
He encontrado un artículo en «El malpensante» que recoge muchos de esos consejos y me pareció un precioso punto de partida para escribir en torno a lo que esta autora pensaba de la escritura poética. Aquí está la primera entrega, de dos artículos que se apoyan en el citado. Espero que les guste.
Por cierto, les recomiendo muchísimo «El malpensante», allí podrán encontrar verdaderos tesoros literarios.
Ni sagrada ni insignificante
Un lector llamado Heliodor le escribe a Wislawa diciéndole que es conciente de que sus poemas tienen muchos errores pero que no va a detenerse a corregirlos. La respuesta de Szymborska es contundente:
Sin duda, es un consejo que puede ayudarnos a desmitificar un poco el arte de escribir (y no sólo poesía) y llegar al fondo de la cuestión.
A veces se cree que como la poesía es algo casi exclusivamente espiritual no necesita ser revisada. Pero pensemos en dos cosas: 1) si fuera exclusivamente espiritual ¿para qué necesitaríamos escribirla? y 2) ¿acaso no revisamos también cada cosa que vamos a decir? Cuando deseamos expresar algo, incluso para decirle a alguien que lo queremos, buscamos las palabras que expresen con mayor claridad aquello que deseamos.
Lo mismo debería ocurrir con la poesía. Si al releer un poema descubrimos que la idea no ha quedado clara ¿no tenemos la obligación de buscar otra forma de expresarlo? Si no corregimos porque aseguramos que la poesía es sagrada, posiblemente lo que internamente nos está ocurriendo es mucho más profundo. Quizás sea que que no nos atrevemos a tocarla porque sentimos pavura de que ella sea clara en torno a lo que sentimos, o quizás, porque tenemos algo de miedo de nosotros mismos.
Si en cambio, la vemos como algo insignificante ¿para qué perder tiempo siquiera en escribirla? Quizás no es que la sintamos así sino que también sentimos miedo, ante un arte que nos va llevando y que se aferra a nosotros obligándonos a crecer, a desligarnos del lastre y a aprender a cada paso. Es difícil enfrentarse a ello, lo sé; no obstante, creo que en este punto reside la mayor virtud de la poesía: sabe enseñarnos a ser mucho mejores de lo que creíamos que podíamos.
Con los pies sobre la tierra
¿No les ha pasado que un día rotundamente inspirados se han quedado sentados frente a una hoja en blanco? ¡Es sorprendente lo poderosa que puede ser la mente! Es interesante esta sensación porque creo que prueba no sólo que la inspiración no lo es todo, sino que a veces es la culpable de que nos bloqueemos.
La inspiración podríamos definirla como una pulsión interna, un fuego que está buscando algún método para salir al exterior; sin embargo, a veces pese a sentir esa presión desde dentro no somos capaces de encontrar el camino adecuado para llegar a las palabras. Esto nos lleva a que, en momentos de gran inspiración, seamos capaces de escribir las cosas más horrorosas que jamás se nos hayan ocurrido.
Es importante, por tanto que nos paremos sobre la tierra, que descubramos nuestras capacidades y las explotemos en pleno uso de nuestras facultades. Las alas, cuando nos permiten un vuelo elevado pueden ser muy buenas; pero también, pueden hacernos caer con violencia si nos topamos con una corriente que nos impulse hacia abajo, y no estén las palabras para sostenernos.
Jugar con la poesía
Esto le dice Szymborska al señor K. K., de Bytom:
Nada más cierto. Y en este punto hace falta aclarar que un juego no necesariamente es algo pasajero y superfluo; que la poesía puede serlo o no, dependiendo de lo que busque el autor, o lo que el lector entienda de ese juego. Pero también puede ser algo intenso que lleve al autor a poner en palabras verdades dolorosas o certezas censuradas y a los lectores, a repensar su propia existencia.
Escribir poesía puede ser un juego delicado y lleno de complicaciones, sin dejar de ser un momento de absoluto disfrute. Y es importante que lo tengamos presente; que aceptemos las reglas del juego y nos dispongamos a jugarlo de la mejor forma que se puede: escribiendo. Después de todo ¿no es la vida también un bonito juego?
En este mismo punto cabe aclarar que siempre hay formas de describir con placer aquello que no es placentero: incluso el aburrimiento. Y que este juego, el de escribir, consiste en encontrar esa forma que nos permita hacer de las palabras algo atractivo, más allá de sus sonidos y significados.
Con respecto a lo del verso libre, ya lo hemos hablado en el capítulo anterior de esta entrega: para poder usar mejor las palabras y jugar con las estructuras nada mejor que conocerlas y saber por qué, cuándo y cómo vamos a prescindir de ellas.
Hasta aquí esta primera parte; la próxima semana, más consejos de Wislawa Szymborska sobre el arte de escribir poesía.
Comentarios1
Ansioso por la siguiente entrega, querida amiga Tes. Estoy haciendo un trabajo sobre poesía y me vienen muy bien todos estos consejos y reflexiones. Un abrazo.
¡¡Qué bien, Rapsódico!! Podríamos decir que nuestras últimas charlas me han inspirado a escribir sobre lo que es la poesía y que este artículo sobre Szymborska me vino como anillo al dedo. Reflexionar sobre lo que es la poesía todavía es necesario, y seguirá siéndolo, espero, por mucho tiempo.
Un abrazo enorme y gracias por tu comentario.
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