El 31 de mayo tuvo lugar en el Pabellón de actividades de la #FLM la presentación de la primera novela de Eva Losada Casanova, «En el lado oscuro». Fue un acto peculiar ya que consistió en una mesa redonda en la que se debatió el tema de la locura y la narrativa; las formas en las que el lenguaje es modificado por nuestros estados de ánimo y las diferentes situaciones en las que es difícil distinguir entre normalidad y locura.
Acompañaron a la autora la poeta Marga Clark, quien dirigió el hilo del diálogo; el Dr. Rafael Huertas, especialista en salud mental y autor de la obra «La locura», que fue un material de referencia para Eva; y el escritor y sociólogo Luis Morales.
El diálogo fue totalmente fluido y se debatió en una esmerada búsqueda de la armonía entre dos posturas absolutamente antagónicas: la de los que se oponen rotundamente a la normalidad que intenta imponerse desde la psiquiatría y la de los que consideran que cualquier rareza en nuestro comportamiento debe ser rigurosamente atendida por un especialista para evitar caer en una patología mental. Cierto es que no existe una rotunda forma de ver las cosas y que, como lo expresó Huertas, es importante saber encontrar el equilibrio.
Morales puso sobre la mesa el caso de Pessoa, el poeta que escribió desde la perspectiva de tantas personalidades diferentes, y que supo ser cada una de ellas. ¿Sufría Fernando algún tipo de desorden mental? ¿Qué habría pasado si en lugar de canalizar sus múltiples personalidades a través de la escritura se hubiera abandonado en brazos de la ciencia? Estas preguntas se hicieron presentes de forma insistente durante la conversación, y la propia Clark planteó la posibilidad de que todos tengamos un poco de locura; ya que es por algún problema íntimo que nos decantamos por el arte.
Dos tipos de escritura
Eva Losada expresó que de algún modo podría decirse que todos tenemos heterónimos porque vamos mutando con el paso del tiempo y tenemos que reconstruir muchos yoes para completarnos. Y es ese precisamente el hilo que va guiando la narración de esta novela.
Y dio el pie para que Clark se explayara: ‘Es así. Y por eso es tan importante la poesía; porque te obliga a buscar en tu interior. Porque todos tenemos unas variaciones de yoes tremendo. Cuando escribes te tienes que mantener tanto tiempo en un personaje y tienes que hacerlo en tantos a la vez que te sientes todos ellos, aunque sean muy diferentes‘. Y a colación expresó que le generaba dudas la línea que divide cordura de salud mental porque esa realidad distorcionada que vemos en el otro, al que llamamos loco, ¿qué nos hace pensar que no sea más cuerda o realista que la nuestra?
Huertas tomó la palabra para intentar distinguir entre dos tipos de escritura: dos razones para acercarse al arte. La escritura como síntoma puede dejar en evidencia el malestar de una persona que se va alimentando de la escritura y creciendo (la patología) según pasa el tiempo, un ciclo nocivo que se vale del arte para reafirmar el dolor. La escritura como terapia es otra alternativa, y es una posibilidad que sirve para que una persona con tendencia a sentirse mal o a enfermarse consiga equilibrar su vida a través de este tipo de catarsis. Y citó a Artaud cuando dice que nadie ha escrito sino para salir del infierno.
Los dobles en la literatura
A continuación Huertas hizo hincapié en la forma en la que Losada maneja el trauma en psiquiatría. ‘Es otro de los argumentos interesantes de esta novela. En una patología mental se habla de la genética pero la biología también es importante‘. A continuación Huertas nos iluminó expresando que muchas veces en lo biográfico reside la salida para el paciente; el trauma de la infancia plantea una teoría de génesis de la locura. En muchos casos, por ejemplo, la teoría del apego marca de una manera muy importante la vida posterior del paciente. Y eso, según él, es algo que se ve trabajado con sumo cuidado.
Pero el doble se resistía a marcharse de la conversación. ‘Cuando escribo poesía estoy fuera de la realidad, es una especie de enfermedad momentánea‘, había dicho Clark. ‘No. Lo que cuentas es que estás en una situación psicológica peculiar pero no necesariamente patológica‘, respondió Huertas. Y declaró que es sumamente importante estar bien despiertos, los terapeutas y especialistas en este campo, para saber distinguir una cosa de la otra.
Eva Losada contó que una de las historias que más la marcó fue el cuento de Poe de William Wilson. ‘Me resultó sumamente inquietante a la vez que fascinante‘. Y dio una clara muestra de lo que la lleva a escribir: ‘Uno escribe de sus obsesiones y yo creo que el doble siempre ha sido algo que me ha interesado especialmente; por eso me gusta Pessoa o Pizarnik, porque convivían con esa dualidad permanenete‘.
Finalmente, la discusión se posó sobre el lenguaje utilizado en la novela; donde Eva trabaja las voces con una insistente laboriosidad. ‘Tienes que pensar en cómo el personaje se acerca al lector y de qué forma el lector se mete en el personaje’, expresó Eva, y contó que trabajó especialmente en conseguir que el dolor y la claustrofobia de la protagonista fueran transmitidos al lector.
‘Mi primera intención era incomodar al lector y la única técnica narrativa que encuentro es la primera persona, el susurro permanente‘, continuó. Y enfatizó en que son las dudas lo que nos vuelve locos, lo que nos atormenta y por eso era fundamental utilizar un lenguaje cercano e invadido de incertidumbre porque el personaje está siempre cuestionándose lo que lee y lo que siente. Explicó también que narrar por narrar no es algo que le divierta y que su veradero placer radica en jugar con los sentimientos del lector y para ello el lenguaje debe ir acorde al estado de ánimo de los personajes.
En este punto la conversación regresó a esa frontera entre delirio y realidad, entre enfermedad y salud mental. Clark expresó que se negaba a creer que la forma de resolver los desequilibrios mentales fuera la medicación; que necesitábamos de nuestros alteregos (dobles) para escribir, para sentirnos completos. Huertas volvió a tomar la palabra: ‘pero una cosa es el doble normal y otra el doble alucinatorio. No podemos caer en la frivolidad porque el paciente mental es alguien que sufre mucho y en algunas ocasiones es importante la medicación‘. No obstante también estuvo de acuerdo en que es un tema delicado y patologizarlo todo tampoco es una buena alternativa para tratar estos temas.
La mesa redonda concluyó con un cariñoso agradecimiento. Por mi parte, ya tengo un ejemplar de «En el lado sombrío del jardín» porque me ha causado una muy buena impresión y me ha inquietado con rotundidad. Pronto volveré a escribir sobre este libro. ¡Estén atentos!
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