Serpentean las ardientes lenguas de Dios
centelleando sobre mi coronilla para ahogarme
cualquier suspiro de esperanza desesperanzada ya.
Al ocaso clamo yo la piedad
que no me brinda, y que no consigo
más que acompañando la mediocridad...
¿Por qué? os preguntaréis.
No lo se, no se que guerra debo dar rienda
contra el bufón divino, pero no más sufrimiento
yo aquí rompo contigo y con tu tiranía.
A mi propia potestad doy mi alma
para sufragarla en oceanos de propia tiranía
y conservar el poco anhelo de esperanza
que mi corazón aun me brinda.
A ti digo que tus palabras no surcarán más mis oídos.
A ti reprocho mi malestar degollando suspiros.
Apuesto que nunca nadie, valga ironía,
nunca te ha mandado al infierno,
pues aquí estoy yo el primero,
y con esto digo que ni Dios bueno
ni pamplinas, mis ninfas y mi dinero
son mi única golosina.
Mi alma se ha perdido en el fondo del lago Estigia,
y he pedido a Caronte que no me intentara salvar,
pues me he suicidado en esas aguas antes de llegar
a lo que usted divino Dios llama paraiso terrenal.
En mi propia alma encontré yo mi desdicha y en ella
mi salvación eterna, Dios bendiga la mediocridad...