La noche de invierno se aproximaba.
El sol inmenso allá en el horizonte
Detrás de las nubes doradas,
nos dejaba sus últimos rayos.
Todos, sentados en las escaleras
De la casa de ladrillo en frente de mi casa
Cantábamos en coro: “amor senderito del alma
Que vives en mi corazón………..”
Y veíamos extasiados la caída del sol,
Y enseguida a la casa, la merienda esperaba
El arroz con menestra y la colada de plátano,
Y en todas las casas, se escuchaba la radio
“La hora cristalina las siete en punto p.m.
Y las noticias que no escandalizaban.
Y Luego de nuevo a jugar a la ronda
O al “Ángel con la bola de Oro” o al lobo
Y tantos otros juegos, o como otra opción
el salto de la soga, o tal vez la rayuela.
Mientras los mayores, paseaban de esquina a esquina
Planificando eventos para las fiestas de la parroquia.
No había ni transportes con ruidos de bocinas contaminantes.
No había el temor de un asalto,
Confiábamos,
lejano estaba el miedo, el sobresalto
la vida era sencilla y los corazones aún más.
El canto de las ranas hacía cortina de fondo
Las estrellas brillantes, parece que antes
Eran más, las mató la luz de las farolas
Y las luciérnagas, quedaron sin empleo.
De pronto una voz alertando:
¡El aguaje, el aguaje! Y la fiesta terminaba
o cuando la lluvia eterna invitada se precipitaba
empezaba otra fiesta: el baño bajo el gran chorro
que se formaba con el agua cayendo sobre los techos
y luego de aquella danza infantil bajo la lluvia
todos a las casas y en la nuestra, antes de dormir
Un fresco de naranjillas con espumilla
Que mi madre tan sabroso lo preparaba
Los mayores se quedaban conversando
Y mi padre cantando tangos o pasillos.
y en la mañana siguiente, mientras
el sol iluminaba el verde mangle,
en los charcos dejados por la lluvia o el aguaje
y con piedritas planas jugabamos al "pan mantequilla y queso"
haciendo rebotar las piedritas sobre la supeficie del agua
y quien más rebotes lograba: ¡ganaba!
y con el fango, nuestras manos pequeñitas
elaboraban un muindo pequeñito
adornado con fantasías y sueños infantiles.
si, era mi mundo pequeñito y feliz
donde crecí y aprendí que el amor
es el mejor condimento para vivir.