Lánguida flor de cristal
que yace prisionera,
de las invisibles manos
de un aterido y blanco ataúd.
Se que se marcha
que del arco la sombra,
la siniestra tapa
le dará la oscuridad eterna,
al yerto rostro de ángel,
que por error nacido en la tierra,
hoy es reclamado por los arcanos
inexplicables de la muerte.
La ame desde su primer gemido de vida
la tuve entre mis brazos,
creció ha mi lado,
le cuide desde pequeña,
sequé sus lágrimas,
fui coro de sus risas,
respaldo de sus mentidas travesuras,
y muros de los lamentos
de sus primeros desengaños.
Sin más ni menos,
se marcha por decisión propia,
cuando aun no habia pasado
la frontera de la yuxtaposición,
de una atormentada adolescencia
y una prometedora juventud.
Adolescencia que le trajo fulgores de sueños,
encaramados sobre fingidas y engañosas
promesas de efímeros amores,
dio amor, ¿Se le negó el amor...?
¿Murio por amor?.
El cortejo ya partió,
nada queda, solo el aroma
de maldecidas flores,
que en otrora fueran
perlas vivas de la naturaleza,
en sus virginales manos.
L. MONT