Si tienes el sentimiento.
Como tienes la arrogancia.
Con ayuda de tus labios.
Dejas volar tus palabras.
Si en el Harén tú te alumbras.
Como entre las damas hablas.
Y en tú caballo, revuelves.
Tú cuerpo como tú lanza.
Y en sombras del Minarete.
Tienes en jugar a espada.
Y como danza morisca.
Con la cimitarra ensartas.
Tan diestro siendo en la guerra.
Como en pasear la plaza.
Y como a fiestas te aplicas.
Te aplicas á las batallas.
Sí como galán vestido.
Usas tú lucida malla.
Y oyes el son de la trompa.
Como el son de la dulzaina.
Sí como en el regocijo.
Ríes gallardo sin ganas.
En batalla al enemigo.
Le atropellas y maltratas.
Si respondes en ausencia.
Como en presencia le alabas.
Sal a ver si te defiendes.
Como en el zoco te alzas.
Y si osaras salir sólo.
Como lo está el que te aguarda.
Alguno de tus amigos.
Para que te ayuden pagas.
Que los buenos Sarracenos.
No se esconden entre damas.
Ni difaman con la lengua.
Que es donde las manos callan.
Pero aquí que hablan las manos.
Ven y veras cimitarras.
El que delante el Visir.
Por su respetó, callaba.
Esto, el Sarraceno escribe.
Con tanta cólera y rabia.
Que donde escribe su pluma.
El papiro siempre rasga.
Y dijo al esclavo suyo.
¡Vete a la Mezquita alta!
Y en secreto al moro dile.
Que lea esta mí carta.
Y le dirás que le espero.
En los arcos de la entrada.
De la Córdoba el santuario.
Que Alá le tenga en el alma.
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El hombre de la rosa.
30 de marzo de 2011