Entonces los escribas y los fariseos
Trajeron a una mujer sorprendida en adulterio,
Pues eso por la ley ya era un caso serio
Y, después de ponerla de pie en medio de ellos,
Le dijeron a el sin ajetreos:
“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida
En el acto de cometer adulterio.
En la ley Moisés prescribió que este acto se lapida
Y a mujeres de esta clase se les lleva al cementerio.
Tu, pues, que eres maestro ¿que dices?”.
Pues, si al pecado eliminar de sus raíces
O dejar que esta mujer viva,
Y cometiendo adulterio siga.
Por supuesto, decían esto para ponerlo a prueba,
A fin de tener algo de que acusarlo.
Pero Jesús se inclino y empezó a ignorarlos
Comenzando a escribir en la tierra con el dedo en la gleba.
Como persistieron preguntando ya acalorados
Jesús se enderezo con su espíritu en medra
Y dijo a todos los abochornados:
“El que de ustedes este libre sin pecados
Sea el primero en tirarle la primera piedra”.
E inclinándose de nuevo,
Siguió escribiendo en la tierra.
Con una varita de trebo
Ya Sin pleitos, acusaciones, sin guerra.
Pero los que oyeron esto empezaron a salir,
Uno a uno, comenzando por los ancianos,
Y la mujer empezó a percibir
Que ya nadie la apuntaba con la mano
Y los dejaron solo, ya sin litigio
A Jesús y a la mujer que estaba en medio de ellos
Enderezándose, Jesús le dijo:
“Mujer, ¿Dónde están aquellos?
¿No te condeno ninguno?”.
Dijo ella: “Nadie señor”.
Siendo Jesús muy oportuno
Le dijo a la mujer con todo el amor:
“Tampoco yo te condeno”.
Vete: desde ahora ya no practiques pecado”.
Ve, y consíguete un hombre bueno
Y ámalo con el amor que nunca has amado.
La mujer se arrodillo a los pies del Buen Jesús
Dándole infinitas gracias
Pues en su corazón ya había entrado esa luz
Y ya no quería seguir con esa contumacia.
Así perdona el poder de la gracia
cuando entra el arrepentimiento verdadero
y así se aleja toda desgracia
cuando perdona el que sufrió en el madero.