I
Castillo de ilusiones
con muchos balcones
donde tus labios asomen,
una tierna sonrisa, de coral preciado,
y que junto a tu lado
la luna menguante
nos convierta en amante…;
y que un lucero errante
te de la noticia,
de la tierna caricia,
que guardo sin malicia
para tu cuerpo sagrado…,
y que al haberlo despojado
de todas las prendas,
el fuego de amor se encienda,
y por fin comprendas
lo mucho que te quiero;
y que si tanto venero,
tenerte conmigo,
escucha bien lo que te digo:
no quiero ser mendigo
de tus calidos besos,
liberta los presos
de tus húmedos labios;
no infieras agravios
con graciosos resabios…
Tu sabes que te amo,
en el silencio te llamo,
y al cielo reclamo,
que ablande tu pecho;.
para luego en tu lecho
dormir muy estrecho
entre tus brazos, sintiendo calor;
y en tu dulce amor
olvidar el dolor
que siempre me atormenta,
de verte contenta
a otro amando…,
mientras yo llorando
y casi suplicando
que no olvides loca,
al besar otra boca
el tormento de mi pasión.
Que al escuchar una canción
recuerdes la ilusión
que en mi mente he tenido,
para que en cada latido
sientas mi amor; y escuches mi voz en cada sonido,
II
Pero, todo es fantasía,
una loca tontería,
que mis manos escribiría,
para desahogar el corazón
de su loca pasión,
que no tiene sentido;
pero siempre a creído
en milagros como esos,
anhelando los besos
de la casta Diana…,
que su dulzura emana
inspirando el amor,
pero dejando el dolor,
de nunca tenerla
quien llegue a quererla,
sintiéndose su dueño
en ese profundo sueño
del que no ha despertado…,
y al ver a su lado
que esta desolado,
el lecho umbrío;
sentirá, el terrible frío
que hiela el alma,
perdiendo la calma
al ver desecho;
la ilusión del pecho
que parecía real…
¡Terrible mal!...
sentir al despertarse
y luego acordarse
que nada fue cierto…,
“todo había muerto
en corto despertar”,
que vino acabar
el alegre momento,
en que estuve contento,
mis sueños realizando;
al ver, que me estaba amando
una pura y casta doncella;
no había como otra bella
en el sueño que tuve,
y por un momento estuve
fuera de la realidad.
Fue como una maldad
que me hizo el claro día,
porque al despertar moría
la fantasía en mi pena…,
¡y al terrible recuerdo me condena!.