Dos bamboleantes pedacitos de luna
como vidriosos mares lechosos
acunan castañas islas tropicales
en su profunda mirada atlántica.
Fronterizos lacrimales son balcones
de acantilados sobre golfos
bordados con una gentil amistad.
Dos espejos que nunca reflejaron mis ojos,
caleidoscopios de rechazos
donde mi inquieta mirada
entre la ternura más misericordiosa
buscó y buscó un destello de amor.
Delicados topacios caraqueños
refractan honestidad con ojos pardos
sobre mi escarcha de esperanza
como ráfagas de polvo para los míos.