En la cama, acurrucada,
yo dormía plácidamente
tras una noche candente
y vos eras mi frazada.
Más fui importunada
por un cosquilleo misterioso
que hizo me despertara
abriendo un ojo tranquilamente.
Escudriñé con pereza
buscando él o la causante
de esa extraña sensación
que recorría mi entereza.
Vi tu pelo enmarañado
y tu dormitar feliz
hasta que algo con patitas
se trepó hasta mi nariz.
Con los ojos entrecruzados
y un poco de mareo,
observé ese coso negro
que hacía cima en mi cara,
y entonces entendí
que aquel raro hormigueo
se debía nada menos
a hormigas en la cama!
Sin querer perder la calma
te volví a mirar y descubrí
un pedazo de queso fundido
en la comisura de la almohada.
Alzé un poquito la cabeza
y ví una hilera de hormigas
subiendo por tu espalda
para alcanzar unas migas.
Giré la vista a mis piernas
y todo fue un problemón,
las bastardas se llevaban mis aros
con algún resto de jamón!
Suavemente te toqué el pelo
y respondí a tu mirada dormida
"amor mío, despertate,
que nos llevan las hormigas"
Para mi muy mala suerte
reaccionaste pegando un salto
y de las hormigas ni les cuento!
fue una voragime de espanto!
Ese día nos bañamos,
y aunque ya es historia vieja,
aseguro nos sacamos
hasta hormigas de la oreja.
Desde entonces aprendiste
a usar bandeja en la cama
y a ir hasta la cocina
por un sandwich en la madrugada.