La bomba absurda que llamamos
corazón, destila el odio en la sangre
y nos hace padecer del asnal sentimiento
que llamamos amor.
La tarde viene por mí y la espero
acicalado, peripuesto y gallardo; listo para
ser animal. Hasta que me asalta
el cariño que habita en su niñez.
Idiotizado en un beso, reprimo otra
vez el sexo.
Tiempo perdido más tarde, la dejo
marchar casi intacta mientras
me consuelo con saber que esta vez
al menos alcancé a tocar sus senos.
Vuelvo al corazón y ahora entiendo
que por celos, matan y mueren los machos.
Es bueno contar con la noche; que es
cachonda y buena amante. Que siga virgen la
tarde hasta que encontremos la forma de
entretenerla más allá de las
seis y cincuenta y nueve.