Serena, completa, en paz absoluta
reposaba tu rostro sobre mi torso
aflorando en el aire ninguna lucha
sino tan solo el placer de tu tesoro.
Inquietudes que ansiaban respuestas
volvían dudas en certezas por amor
caminando en suavidad la muestra
de lo inexplicable por tu resplandor.
Recostado, imperturbable, herrante,
mi mirada se perdía en el cielo rojo
mientras el atardecer de tu semblante
se absorvía sobre la boca de mi ojos.
Confiscando la atención de mi vida
ese momento contigo se hizo abismal
sin pena porque ya eras consumida
dejándome el hambre de ser tu final.
Que sensación más variable por cierta
era la vivida cuando me tenías cerrado
bajo el recreo de jugarte con la puerta
que abrió mundos nuevos a tu pecado.
Vito Angeli