Áspero afán, llavero de plata,
sal en la columna vertebral,
silla rota bajo la mesa oscura,
simulación de vida en los entierros,
huesos de ratas y bilis de emociones
próximas al verso que bate palmas…
Con sal y huesos venimos al camposanto.
He existido porque los dioses murieron
y el TODO quiso para mí lo que yo quise
para ti en el momento en que visualizaste
el hogar lúgubre donde descansa el tormento.
Jamás y para siempre
-hija de mi orgullo inexperto-
podrás recorrer con tu túnica de ensueños
este camposanto donde los arcángeles
son mármol de férreos sentimientos.