A Sophie
Sí. Puedes dormir conmigo este domingo.
No hace falta que prometas regalarme horas de insomnio,
compartir la madrugada, ni suspiros, ni mensajes,
ni quedarte a ver el sol en el espejo.
Algún día nos tocará el amanecer. Algún día.
No será hoy, que hoy el tiempo no nos basta,
ni escribirte una canción, o seis poemas, no nos basta.
Ni la prisa de esperar un para siempre,
o la paciencia de vivir sin esperar.
Comencemos, a tu ritmo,
desde el tren en que llegaste de tu viaje,
con tus manías, con tus derrotas, tus verdades.
Comencemos a inventarnos un lugar
donde esta historia pueda ser verdad.
Nace, vive, muere en ese sitio,
dónde tú y yo nos consumamos juntos, donde vivo
cuando gana el alma y me permito insistirte una vez más:
comencemos, y a tu ritmo:
fúndete conmigo,
fúndete conmigo.
Tú ya lo sabes: para escribirte a notas dulces, letras rojas,
para dejarme cicatrices,
para amarte y describirme
- así - tal como soy,
no me hace falta más música,
ni más ritmo, ni más tacto,
que el tuyo.
El tuyo es un tacto desordenado, ambiguo,
sutil, eterno,
s e c r e t o.
El aire es casi siempre de un color azul muy tenue.
Tú despides un aroma a sonrisa,
emanas un profundo amanecer en la mirada.
Sientes mis caricias, siento tu ser.
Callemos por un rato a estas voces confundidas,
temerosas, infantiles, tuyas, mías.
¿Sabes cuánto te quiero?
Miremos hacia atrás: nos conocimos.
Un hombre como yo, no necesita nada más,
que amar.
Que amor.
Y tú lo eres.
Sofía, amor, amarte
– como si quemara – ,
A m a r t e
– hasta que queme –
(y se entierre como tu nombre en mi espalda).
Me desnudaste el alma desde el primer café,
me sacudiste el cielo donde guardaba mis recuerdos:
ya te conocía, ya te sabía mía, ya me sabía
t u y o.
Tu existencia – mi vida – tu existencia,
(mi vida entre tus existencias),
es mi poesía.
Recuerdo, por ejemplo, la noche en que fuimos culpables
por primera vez.
Porque tú y yo nos amamos (en tiempo pasado) aquella vez,
Nos amamos (en tiempo presente) desde aquella noche
entre tus manos, nos amamos,
n o s a m a m o s.
A mi no me queda más que ser real.
Y a ti se te queda mi esencia en la piel,
mi amor en los labios, mis ojos cerrados,
tus ojos brillando – conmigo.
Enséñame, que soy tuyo. Respira uno, dos, tres latidos.
Quiero escuchar tus suspiros, tu entrega, tus sueños,
todos tus deseos. Quiero compartirlos.
Mis ojos, cerrados. Tú te quedas en mi garganta,
a cada canción de amor que me invento,
te quedas en mis manos, en mi música,
en mi voz, en mi acento, en la vida
que estamos viviendo
a menos cinco.
Dame un té de frutas rojas,
mézclate con su aroma.
– Polaridad –
en la que naces,
donde vives, donde muero,
donde gracias a eso (de morir y de vivir al mismo tiempo)
esta historia es más posible,
tiende más a consumirse/alimentarse
porque hay fuego.
Tu existencia – mi Sofía – tu existencia
(mi amor entre tus existencias),
nuestro amor
es mi poesía.
Carlos Alcaraz
12/12/10