Recuerdo que yo tenía
cinco años, tal vez, seis
y me colocaba todavía
mis zapatos al revés.
Me regañaban en casa al salir
y también en la escuela la maestra,
me era muy difícil para mí distinguir
cual era la forma correcta.
¿Es que acaso no te aprietan?
con frecuencia me preguntaban
y yo con sobrada indiferencia
casi nunca les contestaba.
¿Es que acaso no te aprietan?
insistían en preguntarme,
y eran tan grandes sus rabietas
que a veces lograban asustarme.
Ahora escribo estos versos
algunos años después;
ya me los pongo derechos,
ya no los uso al revés.
Hoy la historia de nuevo se repite
pues ahora a mi hijo Andrés
por mucho que le diga y le explique,
le fascinan sus zapatos al revés.
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