Armando G.

Yo, Fidel

 

Era el 8 de enero del 59
en La Habana entraba,
usándolo como corcel
un tanque de guerra cabalgaba.
 
Entre a imagen y semejanza del hijo del señor,
el entrego su vida en la cruz
por los pobres y desposeídos,
tenía hasta su edad,
la melena, la barba, el crucifijo, los collares,
palomas blancas en mi hombro
con frases melosas y promesas de cambio
engañé a un pueblo que en mi confió.
 
Lo primero,
como establecer mi imperio indefinido,
eliminando todo vestigio de libertad,
encarcele, fusile, expulse a muchos en mi país,
hasta convertirme
 en un ser peor al que antes combatí.
 
Sin partidos de oposición
sin nadie en mi contra
impuse mi comunista doctrina,
nadie se opuso,
como hacerlo si los muertos no hablan.
 
Lo que antes era
 “la taza de oro del Caribe”,
la convertí en una bacinilla de lodo,
una nación hambrienta, miserable, destruida,
mi mayor triunfo fue acabar con la riqueza
a todos en pobres convertí.
 
En guerras de conquista participe,
fuimos el imperio de los mendigos
obligado por los amos soviéticos,
la tierra de África regué con sangre
de cubanos mercenarios.
 
¿Que logre?,
todos aquellos que apoye,
llevándolos al poder convertidos en mis discípulos,
enriquecidos son tiranos,
viven del dolor de sus hermanos.
 
Oprimí, martirice al pueblo
que un dia creyó en mí,
me burle de los héroes, me burle de Martí
los ideales de mis hermanos de lucha,
a todos los traicione
sobre su sangre derramada cree mi propio imperio
fui un sátrapa cruel, el peor de los tirano.