El cielo se fue cerrando
El azul celeste se desvaneció
La luz, cual espada hiriente,
Repentinamente, lo atravesó.
Los sauces, descontentos
Agitaron sus largas cabelleras.
Sus troncos se ladearon
Con el remolino del viento.
Una estampida allá arriba
Alborotó el gallinero
Bailaron los trigales,
Su danza de oro y vida
Y hubo que acallar los perros.
Las nubes, dibujando monstruos,
Amenazantes, enceguecidos,
En su devenir tortuoso
Se devoraban el campo
A la luz de un refucilo.
Y algún hueso vacuno
Perdido en la lejanía
De los truenos al arrullo
Lumínicamente anunciaba:
¡Cuidado! ¡Se viene, la luz mala!
En la tarde ennegrecida
Se cerraron las ventanas
Las velas, pronto encendidas
Atrajeron los fantasmas.
Y por la claraboya abierta
Cayeron las primeras gotas.
Pronto, los techos de zinc
Comenzaron el concierto
Que diluyó la zozobra
Y el campo se fue a dormir