Es muy frecuente en la ancianidad,
cuando fallece la compañera o el compañero,
el que se queda no se soporta el dolor de la partida
y la soledad insondable abre camino para transitar por él,
en busca de ese ser que se fue.
Los cabellos de blanco se tiñeron
viendo pasar los años, que no se detuvieron...
Las manos temblorosas se ciñeron
a la cintura, de su compañera de sueños…
Aquella que en otrora le perteneciera…
aquella que le entregara
su cuerpo y su alma.
Hoy sólo ve una sombra negra
en medio del sollozo y del quebranto...
Aquella que él quiso tanto
ha dejado este mundo atormentado.
La soledad golpea su pecho...
no palpita el corazón...está deshecho,
sólo lágrimas que languidecen la mirada
y la opaca con el velo de la muerte.
Se le ve caminado lentamente...
arrastrando sus cansados pies, maltrechos,
va dejando cada huella taciturna,
buscando en lontananza la luz de la alborada.
ya no volverá a transitar por el sendero...
es un viaje sin boleto de regreso.
Se inclina a la loza aún verdosa
para traspasar con un beso el madero…
¡En donde yace el amor verdadero!
Azucenas florecen en su tumba
que son mecidas por el cierzo de ultratumba,
escuchándose una voz melodiosa
que le dice… ¡Aquí te espero bien amado!
En un sueño sus ojos se van cerrando,
su cuerpo igual que un joto, va encorvando,
una luz ilumina la mortaja
y en alas vaporosas…luciérnagas airosas
se van con él a los reinos de lo eterno…
¡Lo llevan a encontrarse con su amada!
Felina
AQUELLA QUE EL QUISO TANTO.