Busco tus manos de hada
blancas, húmedas y tibias,
maestras en la caricia
y por mi piel perfumadas.
Busco tus ojos abiertos
dejando escapar tu alma,
cuan dos enormes ventanas
que cortaban el aliento.
Y tus palabras de miel
busco febril y ciego.
Busco el dulce, busco el fuego
de tu boca y de tu piel.
Pero la noche no acaba
parece que será eterna.
Y ya la última estrella
como rendida se apaga
Como se apaga el recuerdo
de pensarte cada mañana.
Como borra tus pisadas
del camino, implacable el tiempo.