Mientras descansamos de un duro batallar
se agolpan en mi mente los momentos al lado
de tu ser, cuando dejamos brotar con ímpetu
y deleite nuestras ansias incontrolables
de fundirnos traviesamente, eróticamente
nuestros cuerpos, frotar rítmicamente las túnicas
dejarme darte ese relajante masaje, por tu piel
mientras mis labios te recorren en suavemente
de arriba hacia abajo, besando primero tímidamente
después subiendo la intensidad, mi lengua,
saboreando la sal derramada en gotas,
por tu ansioso ser, trémulo y complaciente
ávido de sentir y dar lo más recóndito, dejando
al relieve tus ardientes carnes, buscando,
encontrando, la tranquilidad con el paso del tiempo,
dejando al descubierto tu final de la columna,
aflorando, frunciendo, al delicado paso de mi aliento
mientras por delante una mano dirige sus dedos
a tus pechos, inflados, duros, extasiados de dejarse
complacer, con finas caricias en círculos,
en tranquilos roces, mientras las corolas se encojen,
pidiendo, soñando, mientras la mano mas inquita,
juguetona por nacimiento, con tranquilidad baja
hasta encontrar la humedad deseada, y sus hijos
se dedican al delicado goce, de acariciar, de entrar
de salir, con un melódico compas, a complacer
a chiquear los labios inferiores, friccionar la oquedad
recorrer ese pequeño guisante que te deja
extasiada de placer, gimiendo, suplicando
que acabe con el tormento, y me voltee
a consumar el acto supremo y nuestras
almas sean solo una, sometidos al placer.