Quise aligerar mi paso;
que el tránsito por esta vida
tuviera un paso más ligero.
Para recorrer mi camino
olvidé a la razón, lo primero;
después me bebí todo el vino
que algún dios me había donado,
unas veces se paladeaba dulce
otras, muy amargo…
mas todo el vino me bebí,
aunque sed nunca tuviera,
y todo… para aligerar mi paso.
Para aligerar el paso
también me desvestí de mi ropaje,
me desnudé hasta de lo más bello;
me arranqué la piel de cuajo
y deposité mis huesos en el suelo…
De mis bolsillos saqué la luna,
y también extraje las estrellas,
para depositarlas en el cielo luego…;
en ese cielo que es de todos,
en ése, nuestro querido cielo.
Para aligerar mi paso
no quise convertirme en aire
para no estar a merced del viento;
quise volver a ser lo que fui,
retornar a ese mágico momento
anterior a mi niñez olvidada.
Volví a ser amniótica agua
que arrastraba en un arroyo sus cantos;
feliz me dirigía hacia el mar
-no me importaba si hubiera o no meandros
que retrasaran mi llegada-
para fundirme con sus aguas saladas,
con sus olas, con sus espumas
y con todos sus encantos…
Quise aligerar mi paso,
darme mucha prisa,
que no dudaran ni mis pies ni mis manos,
que no me distrajeran otras muertes,
ni otros cielos ni otros parnasos…
me desprendí de las palabras,
también silencié a mis silencios,
dejé tirados por el primigenio barro
del sendero mis pobres versos;
pero, ¡ay, amigos míos!
después de todo había un lastre…
¡Nunca pude deshacerme
de mi mochila de recuerdos!
Para fusionarme raudo con mi otra vida
quise salir a su encuentro;
al sentir el epílogo de mi existencia,
yo quise aligerar mi paso;
mas, sin saber por qué,
me pesaron demasiado los recuerdos…