Y de la habitación manaba
el fénico olor de sexo recién servido
sábanas mojadas y pegajosas. Brasieres sin destino
en un rincón del cuarto, una pantaleta enrollada como oruga en el asta
izquierda de la cama.
Un cigarrillo consumido en su totalidad (no tenía pintura labial).
Algunos vellos púbicos desordenados sobre la sábana,
un poco de saliva ingenua
y una almohada mordida por un solo lado
con la marca de un lápiz labial barato.
Y mas carmín como escarpas en la parte alta del colchón.
Un pedazo de papel higiénico arrancado con presteza.
En el piso de la gaveta de la mesa de noche , se leía:
“Ël me dejó sin senos, yo lo dejé sin labios”
.