Me sabes a ciegas.
A cien mil páginas por leer.
Empinada como el Everest.
Y a distancia me riegas.
Me sabes…
A un último empapado de café.
Y solo cruzas sobre mis ojos.
Me piensas al decir apartado.
Estas siempre pronunciada.
Sustancia labial y ojos empeñados.
Me sabes a horizonte.
Y a hierba alegre, ha sentido sonoro.
A superlativa tierra.
De descalzas heridas.
Me sabes enorme.
Y tu espíritu no muestra gravedad.
Humberto Velásquez
30-03-2011
3:18 p.m