A María… en donde estés.
Reconociéndote mis labios,
Suspiraste levemente,
Dejé a mi alma gritar,
La felicidad, que al verte, obtuve.
Saber que aún me quieres,
Como en tiempos pasados,
Y que la insípida vida,
Me ha dejado regalos.
Feliz estuve,
Cuando tus pupilas,
Se movían, sin articular tu cuerpo,
De reojo, sonreías,
¡Qué feliz estuve!
Tantas desagradables noticias,
Que en mi cabeza recorrían,
Sobre ti,
Parecían viles torpezas humanas,
Que solo intentan dañar.
Solo fue un instante,
Efímero tiempo crispante,
Te fuiste lentamente,
Coqueteando a la vida,
Y llamándome, para seguirte.