Dialogar, de lo más retorcido y real de la vida, que sorprende y nos acostumbra a lo anormal, que realza los hechos injustificados, donde todo parece el esfuerzo de un futuro de paz.
Escuchar sandeces de hombres y mujeres sin argumentos, que se adueñan de ajenos momentos y se acostumbran al que dirán, sin importar.
Convertir cada palabra, cada verso y cada prosa, en la mentira justificada para el bienestar, donde mis amigos políticos disfrutan el manjar de ser los falsos de altos cargos que nadie quiere mirar.
Dialogamos, escuchamos y convertimos la vida en el circo de un montón de payasos con poder.
Permitiendo que nos quiten la vida, la tierra, nuestra razón de ser. No se detiene el mundo, parece que gira más rápido, ya no se juega a las canicas, solo a los muertos y a los soldados.
Dialogar de lo más retorcido del mundo, también incluye al amor, de las celebraciones de divorcios y la poligamia sin razón, de los niños que adivinan quien es el padre, y a cualquier hombre abrazan, de la mujer que no tiene a nadie y guarda sus esperanzas.
Del hombre que esta confundido y al pasar de los años le gusta un amigo, que expresa su condición ante los medios, ante sus padres y ante sus hijos.
De los hijos que prefieren hierba y pornografía, en vez de bicicleta y caligrafías, dado a que sus padres no tienen moral y eso les enseña la vida.
Escuchar atento la realidad del mundo moderno, genera un debate a diario entre civiles y gobierno, los que se pierden en la idea de entregar el trasero por una residencia en el imperio y los que mueren por sus ideales, por la revolución y por sus sueños.
Dialogar de lo más retorcido de la vida, nos toca la puerta del alma para salir a cambiar el guión, esta en nosotros seguir siendo dóciles o transformar profundamente y hacer la revolución.