No hay corona de laureles en mi frente.
No hay un cielo estrellado en mis manos,
Solo hay un aroma triste de razón impertinente,
y un reproche de dolor abano.
Que traerá la mañana tras tus pasos
Si la noche eterna duerme en mi futuro.
Juez de un sin fin de años rasos,
Un resplandor de culpas de turno.
No hay sensaciones de triunfo en tu palabra
Ni victorias al fin llegadas en tu lengua
Veo una penosa lágrima macabra
Del jardín de esperanza que mengua.
Si seré por ti sin frutos
Cual planta triste en la roca
No tendrá sentido este amor y sus grietas
Por un capricho terco que a ti te evoca.
Ve por ahí con tu culpa
a otro amor complaciente
Yo me quedo aquí con mi sueño
A su llegada espero paciente