Herida por crueles palabras, mi amada
desmoronada y profundamente dolida
me llama calurosamente decidida
y me pide protección consternada
tu corazón en mis manos lo tengo
ya que sinceramente me lo has dado
y como buen medico te prevengo
“no escuches a los desconsiderados”
y este proverbio te amparara:
“Si a la solemne necedad
el corazón y el oído le prestas
la turbación te devolverá”
tendrás que morir para resucitar
tendrás que escuchar para aprender
que al leerte te puedo comprender
y como bien te amo, te puedo recitar
cariño, no pierdas tus esperanzas
que cuando tu estés derrumbada
te levantare, y sintiéndote amada
veras que mis palabras te alcanzan
tu belleza exterior, no me fascina
tu escultural cuerpo, no me atrae
es la gracia de tu sensibilidad divina
la que me fortalece, y no me distrae
como tu te vistas, me es indiferente
que al monje no lo hace su vestimenta
y los necios estupidos e impertinentes
mas que hablar, ladran afrentas
son tan ignorantes y desgraciados
que te envidian y no te aprecian
y creyendo que te han derrotado
te levantas con sobriedad y recia
mi amor, yo no te he olvidado
mi vida, yo en mi mente te llevo
a que recibe esto de tu amado
para que respires aire nuevo