Me extraño a mi mismo
porque al perderte me perdí.
Ahora de regreso al sexo sin apellido,
a las calles de los alivios,
y a esos versos sin porvenir;
mas si de pronto despierta la esperanza
y esas diáfanas ganas de llamarte
gobiernan mis funerales de vivo
sofocaré la sombra del latido
y el sabor a vida que sangro,
beberé las calles con sus aceras
y en el silencio estéril
de mi subalterna soledad
depositaré tu nombre y tu olor,
quizás así logré olvidarte
aunque me olvide de mi.