***La Vía Dolorosa***
Con su sangre se va tiñendo
de rosa la vía dolorosa…
Camino con mil rutas y un
solo destino el encuentro con Dios.
Luego de una noche de desvelo y ayuno,
tu desayuno han sido los azotes y una
condena de muerte…
Como un cordero presto a ser sacrificado
sin abrir la boca va siendo oprobió de aquellos
que hasta ayer lo proclamaban como su rey.
Con el rostro desfigurado va el condenado,
arrastrando el madero rumbo al matadero,
recibiendo escupitajos e insultos de desprecio.
¿Que habrá hecho este desalmando?
Se pregunta la gente para merecer tal suerte,
¿Sera tanto el peso de sus culpas?
Que ni abrió la boca para defenderse.
Su vida apenas tiene el precio de un esclavo,
al que ya nadie reconoce como amigo,
ni siquiera tiene la suerte del mendigo,
que encuentra caridad en los extraños.
Cae una y otra vez, más se levanta...
No por orgullo, no por estoicismo
esas son cosas que se arrojan al abismó,
cuando el corazón arde a Amor.
Pero el cuerpo se resiente ante el dolor,
clama por agua, clama por amor,
y desafiando a la autoridad,
desafiando el temor.
La Verónica sin medir respetos humanos,
se acerca a vos para limpiar tu rostro,
para darte algún consuelo tiñendo más
que aquel pañuelo, su vida de tu presencia.
Sobre sus espaldas lleva todas las penas
y miserias del mundo…
Tras de él van los desahuciados, los jubilados,
los enfermos terminales, los que son desfigurados
por males crónicos que devastan su existir.
Alguien afirma: Esos son los reglones torcidos de Dios,
y la Madre responde: Es que el escribe con sangre
para que queden al descubierto los verdaderos
sentimientos que guarda el corazón…
En medio de empujones y desprecios ella se abre paso,
para acercarse a su hijo, el encuentro es desgarrador,
Ella ve lo que va quedando de aquel bebe que nació
para ser el redentor y que apenas le permiten acariciarlo
con la mirada…
Lo ve caer y viene a su mente el recuerdo de las veces
que ella corrió a socorrerlo…
Pero hoy asistirlo es prohibido porque el verdugo no
conoce de misericordia hasta que llega el día en que
el mismo la implora…
Movido más por la prisa que por la compasión,
uno de los que lo azota obliga un transeúnte
a llevar el madero él se niega y le dice ¡Yo no quiero!
Y a fuerzas toma el madero siguiendo al camino al matadero,
mancha sus ropas con la sangre del condenado…
Pero al encontrarse con su mirada se enciende una llamarada
en su corazón que empieza a arder sin consumirse.
Llegan al cero de la calavera los buitres revolotean,
El Nazareno es despojado de su ropaje para ser sometido
a una muerte de vergüenza donde se pretende escarmentar
a todo aquel que pretenda sus pasos imitar…
El redentor es colgado en la cruz y de todos aquellos que
el sano, a los que alimentó ya no queda ni el recuerdo,
sus seguidores como pajarillos heridos corrieron a esconderse.
Y delante de aquel suplicio solo está la Madre,
que sin más recursos que los de confiar,
lo ve sufrir, lo ve agonizar…
El hijo clama al padre, lo siente ausente, al parecer
El también lo ve como un delincuente;
en su agonía anuncia su testamento pues a prisa
lo está consumiendo el tormento.
No olvida a la Madre que fiel como nadie lo ha acompañado,
del pesebre a la cruz ateniéndose a todas las consecuencias
cuando en su sí, recito: ¡Eh aquí la esclava del Señor!
Contemplándose uno al otro, cual si fueran cómplices
de un secreto ambos se quedan callados asumiendo
hasta las últimas consecuencias la voluntad del Padre.
En ese misterio infinito todo empieza otra vez…
Justo en el punto donde todo era consumado.
Oxwell L’bu