Qué hermosa se ve mi hembra,
hermosa y delicada, con esa
sonrisa fresca que resplandece
en rostro y esa mirada
tan tierna que a sus ojos
no les falta como estrellita del
cielo que nunca apaga su luz.
Qué tibios se hacen mis años
al ponerlos junto a ella
retrocede el calendario
llevándose entre sus folios
aquellos fríos recuerdos
que marchitaban mi piel
como hojas el otoño.
Qué belleza de mujer,
la que dios me ha regalado,
con tantas buenas virtudes
y una vida por delante,
que sublime es su fragancia:
la que brota de su alma.
PABEDIZ