Dichosa la mujer peruana que mensajera
de sin igual affaire y esplendor hermosa;
de tal encanto, gracia y donosura,
que da envidia a la misma primavera.
Peruanísima, majetuosa y hechisera;
el admirar de su caminar con galanura,
del ego, fino porte de una gentil figura,
misteriosa y fresca como una noche en la rivera
ungida, año tras año soberana
de los concursos de belleza
recibe a su paso -cual sultana-
gratos homenajes a sus excelsos dones,
el piropo a la mademoiselle péruvienne
y el aplauso de su tierra de blasones.