Llueven las palmas y los olivos
cubriendo el suelo completo
bajo el andar de un burrito
que a pesar de los gritos
avanza, dispuesto.
La mirada de su jinete,
mansa y penetrante,
conoce a quienes le cantan
vivas y alabanzas
con glorias exuberantes.
Más conoce también
lo que habita en sus corazones
sabe de la traición,
sabe a crucifixión,
más no busca razones.
Sabe, muy dentro de sí,
por ser Dios, por ser tal,
que ha de entregarse inocente
para salvar a toda la gente
y no les desea ningún mal.
Quizás lo más difícil
no fue ser Dios o persona,
sino ser la transición
que no admitía tribulación
para ser cordero que perdona.
Quizás lo más difícil
fue saber lo que iba a pasar
y que siglos después
aunque estemos a sus pies
muchos lo habrían de rechazar.
Pero aún así
burrito y jinete prosiguen
acercándose hacia el destino
que no tiene otro camino,
cruz de amor la que persigue.
Y aquel santo morirá
y sangrará por la humanidad,
cada clavo martillado,
cada miembro mutilado
será sol en la oscuridad.
Por eso, burrito y jinete
se adentran en mansa entrega,
conocen la sangre por correr
pero conocen el final también,
y la resurrección espera.
Cuando haya alcanzado al Padre
volverá con su gloria original,
con corona de rey,
con poder sobre el universo,
y con la misma humildad...
Arre burrito, lleva a Jesús
a morir por nosotros, a morir en la cruz
para que esta Pascua una vez más
renazcamos con Él a una vida de paz.