Los cantos que una vez un tal Orfeo
compuso en las cuerdas de mi corazón...
han muerto.
Las rosas que estrenó la primavera
y que regó con sus redes el mar...
secas yacen ya.
Los hilos dorados que el sol tendió
un día sobre la marioneta de poesía...
se han roto sin más.
Aquellos versos que sin voz hablaban
y recitaban silenciosamente al alma...
han sensurado sus coros.
El viento de oriente que trajo encanto
susurrando a mi oido secretos de allá..
Ha cesado ya.
El Estigia artificial, más triste que el real
nacido de la amargura de mi llanto...
se ha secado y no alcanzó a vaciar mi soledad.
La métrica que un día sirvió a mis edificios
de mármol y dio simetría al encanto...
se ha rajado como templo de Jehova.
¿Y la estética?, me ha abandonado al igual
que aquellos muchos amigos llamados...
La belleza no ha muerto, tampoco el amor;
el frescor de la primavera ya vendrá,
y las golondrinas saldrán al día saludar.
Sólo mi fe ha perecido,
y aunque mañana el sol se levantará,
mis versos, en la profundidad del mar,
muertos en olvido se han de quedar.