Para decirme lo que eres para mi,
le encargué a las musas las mejores palabras
pero ellas se sumergen en tus dones
y se quedan extasiadas y no hablan.
Por eso solo se me ocurre
abrirte mi corazón que te ama tanto
y dejar que de él escapen amorosos
mis sentimientos de madre y que te digan:
Que le agradezco a Dios todos los días de mi vida
por el milagro de tenerte y la alegría
que me produce tu sonrisa
y de ver cómo te multiplicas
en familia, sentimientos y virtudes.
¿Sabes las sensaciones que en mi produces?
La calidez de un eterno abrazo,
la satisfacción de sentirte como el muro
donde me apoyo cuando me siento cansada
cuando me siento vencida.
Porque siempre estás extendiéndome la mano
y evitándome las caídas
y haciendo tuyos mis conflictos.
A veces siento que eres como un hermano mayor
que me regaña que me llama al orden
pero me proteges y aunque no me abraces
me llevas a tu pecho y acaricias mis sienes.
Cuando iluminas mi vida con tu sonrisa
me colocas en un jardín florido.
Cuando cantas con tu voz de cascada,
con tu voz de trinar universal de pájaros encantados;
con tu voz de viento ondeando en mi alegría
y dejando en el aire el eco melodioso
los truenos se retiran
porque no pueden competir con tu armonía.
Eduardo, fuiste al nacer el primer gran regalo
que me dio la vida;
y hoy que eres ya un hombre
eres tù quien me regala
La felicidad de tu familia felizmente unida.
Te quiero como hijo, como hermano
y como el ser maravilloso que eres
y que proyectas tus pasos a la felicidad construida.
Me gasto todas las palabras y no alcanzan para descifrar mis sentimientos, que se comprimen en un: ¡Te amo!